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EL TALMUD: LAS ENSEÑANZAS DE ODIO Y RACISMO DE LOS PÉRFIDOS JUDÍOS (III y final)

Por Mendo Crisóstomo

Con este brevísimo artículo ponemos punto final al leve esbozo que hemos ido desarrollando en anteriores entradas acerca del libro sagrado por excelencia del judaísmo, incluso de judíos «no practicantes»: el Talmud (abreviación de Talmud-Torah, estudio de la Torá). Queremos saciar la curiosidad de nuestros lectores acerca de lo que allí se dice y por ello hemos ido exponiendo algunos fragmentos en bilingüe. No obstante, si la curiosidad de alguno no quedare saciada, ya nos lo harían saber oportunamente.

subir imagen Tras las controversias de muchos siglos de Cristiandad y lo mucho que se ha escrito en correspondencia (por ejemplo, son bien conocidas las condenas de papas como San Pío V, Julio III, León XIII o Benedicto XIV al respecto), no es en exceso difícil indagar aún más sobre lo que allí se dice. subir imagen

Tristemente célebre fue el asesinato del afamado traductor y buen conocedor de las lenguas semíticas Rev. Iustinus Pranaitis, a manos del judío Lenin, quien, a tal efecto, ejecutaba órdenes del rabino de Moscú.

Ahora bien, de antemano advertimos que a veces no es fácil encontrar versiones completas, pues ya en 1631, en orden a evitar el acceso de los no-judíos a sus textos (tras numerosas controversias bien reconocidas por todos los historiadores a causa de lo que en el Talmud se dice), en un sínodo celebrado en Polonia, tomaron una determinación que suelen mantener a día de hoy en sus ediciones, al menos las de las facciones más oficialistas:

«Por tales razones, os ordenamos que de ahora en adelante, cuando publicareis una nueva edición de estos libros, dejéis en blanco los pasajes donde se habla de Jesús de Nazareth, haciendo un circulo como éste O; y todo rabino, como cualquier otro maestro, tenga el cuidado de enseñar tales pasajes a sus fieles sólo verbalmente. De este modo los hombres de ciencia cristianos no tendrán nada que reprochamos al respecto»

subir imagen La vigencia de obligado uso, identidad y creencia de los 63 libros que componen el grueso del Talmud (más algunos tratados más, como el Schulkhan Arukh), con tales disposiciones, se vio confirmada por un sínodo celebrado en 1866 en Hungría, con la firma de 94 rabinos, 182 abogados, 45 médicos y varios miles más de judíos de diferentes estratos sociales. Y veamos ya, como colofón, unos pocos fragmentos más:

ןהב הכ ןהב קיזחמה לכ רבדמכ םה םיוגה יסכנ

«Todas las pertenencias de los no-judíos son como si estuvieran en mitad del desierto: el primero que las alcance es su dueño» Babha Bathra 54b

יםאפר… ז ע םע בט דבעמל הב ןילדתשמד ןיליא

ומוקי לב

«Los que se empeñen en hacer el bien al cristiano…tras la muerte no resucitarán» Zohar I, 25b subir imagen

תונ מוא םו״ כול דמלל רוסא

«No es lícito enseñar un arte al cristiano» Iore dea 154, 2

ונתלואג דימ אמור ןברחב

«Cuando se produzca la devastación de Roma, entonces llegará nuestra redención» Tseror hammor, sec. Shoftim subir imagen

יםצקש ןילכושא ינפמ ןימהוזמ יםוג המ ינפמ

יםשמרו

«¿Por qué los goyim son inmundos? Porque se alimentan de cosas abominables y de reptiles» Schabbath 145b subir imagen

ונא םג רעבנש זמר לזעל ןיחלש ןיהש ריעשה

םלועה ןמ תופילקה

«Aquel cabrón que sacrificaban a Azazel (el día de la expiación) nos muestra que también nosotros estamos obligados a remover al cristiano de la faz de la tierra» Zohar f. 62, Mikdasch Melech   subir imagen

DEL CRISTO SACERDOTE Y VÍCTIMA AL PRESIDENTE DE LA ASAMBLEA

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El nuevo misal se aleja de la doctrina de la Iglesia Católica

Al convertirse más en comida conmemorativa (en la que se puede concelebrar) que en sacrificio, el misal de Pablo VI quita valor a la presencia sacramental de Cristo, hasta el punto de compararla con su Palabra, en vez de insistir en el aspecto sacrificial de la Misa: la presencia de Cristo sacerdote (en el celebrante) y víctima (bajo las especies eucarísticas), que es el que se sitúa en el correcto camino de la enseñanza auténtica de la Iglesia.

I. El misal tradicional insiste mucho en la presencia eucarística:

  1. Sus muchas genuflexiones manifiestan la adoración que se le debe a Cristo víctima presente substancialmente bajo las especies eucarísticas con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, significada por la consagración separada de las dos especies y como centro de la acción litúrgica: eso es lo que se le entrega a Dios (oblación sacrificial) o a los hombres (comunión). En el nuevo misal no se halla el lugar central de esta presencia.
  2. Las indicaciones objetivas de la presencia substancial de Cristo en la Hostia se han reemplazado con expresiones que reducen su significado y que ya no consideran la presencia eucarística en sí misma sino solamente en la relación que tiene con el pueblo reunido, indicado por los siguientes HECHOS:
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«La distribución de la comunión que hasta ahora estaba estrictamente reservada al ministro sagrado se delega fácilmente a simples seglares»

  • Cada vez que se menciona la presencia eucarística se ha introducido sistemáticamente la palabra nobis “para nosotros”, alterando torticeramente incluso los textos originales.
  • Ya no se denomina a las especies eucarísticas sino en relación con la comunión: por ejemplo, el hanc immaculatam hostiam del ofertorio, se ha convertido en el “pan de vida”.
  • El que no sea un necio y consulte la Institutio generalis missalis romani verá que en ella no aparece ni una sola vez la palabra “transubstanciación”, ni tampoco la expresión “presencial real”. Para referirse a las sagradas especies, usa a veces la palabra “hostia”, pero con más frecuencia la de “pan”. Sólo habla de “Cuerpo de Cristo” en la medida en que se vincula directamente con la comunión.
  1. Se han atenuado o suprimido los gestos que manifiestan el respeto debido a las sagradas especies:
  • De las CATORCE genuflexiones que tiene el misal tradicional, sólo se han conservado tres (IGMR 233). Y aún así, éstas están vinculadas estrechamente con la asamblea: dos de ellas se hacen cuando el pueblo ha reconocido la presencia eucarística después de la elevación (se han suprimido las dos genuflexiones que en el misal tradicional siguen inmediatamente a las palabras de la consagración), y la tercera es en el momento de dar la comunión a los que participan; el celebrante por su parte, no hace más que “consumir con respeto el cuerpo de Cristo” (IGMR 116) sin hacer ninguna genuflexión.
  • Se ha suprimido la rúbrica conforme a la cual el celebrante mantiene los dedos juntos después de la consagración por respeto a las partículas eucarísticas. Por este mismo motivo se ha suprimido igualmente la purificación de los dedos.
  • La distribución de la comunión que hasta ahora estaba estrictamente reservada al ministro sagrado se delega fácilmente a simples seglares.
  • En la recepción de la comunión se ha instaurado ampliamente una actitud desacralizante: la de recibirla de pie y en la mano, en lugar de hacerlo de rodillas y en la lengua en signo de adoración y de respeto.
  1. En el misal tradicional, el celebrante identifica con mucha claridad las oblatas con Cristo víctima, describiendo muchas veces sobre ellas la señal de la cruz:
  • 33 signos de cruz sobre (o con) las oblatas, especialmente cuando el celebrante las ha puesto en el corporal después de la oración del ofertorio. TODOS estos gestos han desaparecido de la “preparación de los dones” del nuevo misal.
  • De 24 signos de cruz que señala el Canon del misal tradicional sobre las oblatas, sólo queda 1 en cada una de las plegarias eucarísticas (incluso en la “Plegaria eucarística I” que supuestamente representa al “Canon romano”).
  • En el misal tradicional el signo de cruz aparece sobre las sagradas especies tres veces aún en las oraciones antes de la comunión; además al comulgar, el celebrante empieza haciendo con la Hostia, y luego con el cáliz, una señal de la cruz; lo mismo al distribuir la comunión a cada fiel. En el nuevo misal todos estos gestos han desaparecido, y el signo de la cruz no aparece más que una vez en los ritos de la comunión.
  1. Al separar el sagrario del altar mayor (IGMR 276), la reforma considera menos nuestras iglesias como casas de Dios que como la casa del pueblo. Así, cuando un fiel entra en una iglesia fuera de un oficio, lejos de encontrarse ante la presencia de un ser (la de su Dios realmente presente en el sagrario) no encuentra más que una ausencia, la ausencia de una acción litúrgica, puesto que se encuentra en una edificio cuyo único sentido es la comunidad reunida.
  2. El nuevo misal reconoce la presencia real cuando ésta se relaciona con la asamblea, como lo hacen los protestantes, de modo que no la considera nunca en sí misma como objeto de adoración; y, así, atenúa o calla la dimensión victimal de esta presencia durante la acción litúrgica. Las palabras y los gestos del nuevo misal, las designaciones de la Institutio generalis missalis romani y la separación del sagrario, todo va en la misma dirección. El modo en que el nuevo misal entiende y efectúa los ritos de instrucción (“misa de catecúmenos” del misal tradicional) no hacen más que confirmar esta conclusión.

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    «De las CATORCE genuflexiones que tiene el misal tradicional, sólo se han conservado tres (IGMR 233). Y aún así, éstas están vinculadas estrechamente con la asamblea»

 II. ¿Presencia de Cristo en su palabra?:

  1. Además de disminuir la Presencia Real en las sagradas especies, la IGMR señala: “Cuando se lee la sagrada escritura en la Iglesia [es decir, en la asamblea presente, que significa el misterio de la Iglesia], es Dios quien habla a su pueblo”, que equipara la presencia substancial de Cristo en las especies eucarísticas con la mera presencia simbólica de una lectura (lectura que además es deudora de un traductor, no de una revelación).
  2. La Escritura y la Eucaristía se suelen describir del mismo modo, como si no fueran más que dos formas del único alimento dispensado en este banquete pascual: ambos son la mesa del Señor (IGMR 8, 34, 56). La misma herejía aparece en el Nuevo Catecismo de 1992, redactado por una comisión presidida por el maricón cismático y masón Schönborn (CEC 1346-1347).
  3. La “liturgia de la Palabra” considerada como contacto entre Dios y los asistentes (IGMR 9) requiere un modo nuevo de enfocar la Sagrada Escritura, que contradice de lleno los datos teológicos firmemente asentados durante 2000 años. En cambio, el misal tradicional expresa la enseñanza de la Tradición sobre este tema con una precisión asombrosa:
    • Reservando la lectura de la Sagrada Escritura EXCLUSIVAMENTE a los ministros sagrados, celebra no a la Sagrada Escritura misma, sino su difusión por medio del Magisterio de la Iglesia. Para esto le otorga efectivamente a la procesión evangélica los honores que normalmente se reservan a la presencia real.
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‘Al diluir las distinciones que pone el misal tradicional entre el celebrante y los fieles, parece que el nuevo misal no conoce más que un solo agente litúrgico, “el pueblo de Dios”’

  • El misal tradicional coloca con precisión la distribución de pasajes de la Sagrada Escritura en el transcurso de la Misa, que no es por sí mismo una celebración, sino su preparación, encaminado a reavivar la fe de los asistentes. Esto se expresa perfectamente al principio del Canon, cuando el celebrante reza por los fieles que asisten. Dirigiéndose a Dios, los designa como aquellos “cuya fe y devoción os es conocida”. Estas dos notas resumen la distribución de los ritos que preceden al ofertorio: desde el Salmo 42 a la Colecta, la liturgia dispone los corazones por el fervor; desde la Epístola al Credo, prepara las inteligencias reavivando la fe. Por este motivo, el rito del Evangelio, lejos de poder compararse con la liturgia eucarística, se tiene que asociar a las primeras oraciones de la misa. De ahí su denominación común de “misa de catecúmenos”.
  1. En el nuevo misal, hay unas “lecturas” cuyo ministro puede ser un simple seglar y que pueden ser meras traducciones en lengua vulgar, ya que se valoran en el sentido protestante: se celebra a la Escritura como si se bastara a sí misma.

III. La relativización de la presencia del sacerdote:

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«En el nuevo misal, hay unas “lecturas” cuyo ministro puede ser un simple seglar»

Al diluir las distinciones que pone el misal tradicional entre el celebrante y los fieles, parece que el nuevo misal no conoce más que un solo agente litúrgico, “el pueblo de Dios”. La primera frase de la Insti­tutio generalis missalis romani describe la celebración de la misa como “acción de Cristo y del pueblo de Dios organizado jerárquicamente” (IGMR 1). Esta “asamblea litúrgica” (IGMR 320 y 323) se describe de un modo muy enfático: es el “pueblo santo” (IGMR 10, 55 a, 62 y 74), el “pueblo de Dios” (IGMR 1, 7, 62, 253, 257 y 259), el “pueblo adquirido de Dios y sacerdocio real” (IGMR 62), etc. En esta tendencia de indiscutible protestantismo, el lugar exacto que el nuevo misal atribuye a este pueblo reunido, hay que entenderlo a través de las 164 menciones que hace de él la Insti­tutio generalis missalis romani:

    1. El nuevo misal pone el énfasis en la presencia espiritual de Dios en el seno de su pueblo: da tal importancia a la asamblea y a su dignidad como signo representativo de la Iglesia universal, de modo que es él y no ningún sacerdote quien tiene la eficacia de hacer que Cristo se haga presente.
    2. Con el valor significativo de la asamblea, cobra lugar importante la concelebración, y, así, de modo contrario al misal tradicional, la confesión en sí misma toma una dimensión comunitaria (IGMR 29) sin dejarle un lugar especial a la confesión del celebrante.
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«se ha relativizado, o incluso borrado, la presencia de Cristo sacerdote (en su ministro)»

    1. Tras haberle quitado valor a la presencia de Cristo víctima, presente substancialmente en la acción del sacerdote ministerial, el nuevo misal exalta la presencia espiritual del Señor, presencia cuyo ministro es el pueblo de Dios (la asamblea de los fieles hace que el Señor esté realmente presente: IGMR 28). El celebrante, por su parte, se contentará cuando celebra la Eucaristía, con “servir a Dios y al pueblo con dignidad y humildad” para “sugerir a los fieles una presencia viva de Cristo” (IGMR 60).
    2. La “liturgia de la Palabra” aparece como un diálogo directo entre “Dios y su pueblo”, sin que tenga que intervenir específicamente el sacerdocio ministerial.
    3. La “liturgia eucarística” del nuevo misal manifiesta patentemente como se deja de lado al sacerdocio ministerial en beneficio de la «acción comunitaria de la “asamblea”. Así, cada vez que la Institutio generalis missalis romani trata de la ofrenda del sacrificio, la describe como un acto común al celebrante y a los fieles (IGMR 54, 55, 62).
    4. En el nuevo misal se han suprimido, por consiguiente, las oraciones que en el misal tradicional indican la oblación propiamente sacramental, que pertenecen únicamente al sacerdocio ministerial. La primera oración del ofertorio del misal tradicional, tan exacta y que voluntariamente está en singular, manifiesta esta oblación ritual: “recibid Padre santo (…), esta hostia inmaculada que yo, vuestro indigno servidor, os ofrezco a Vos, Dios mío, vivo y verdadero”. La ofrenda del cáliz, por su parte, indica la participación de la asamblea a la ofrenda tomada en sentido estricto: “os ofrecemos Señor, el cáliz de salvación”. Al contrario, en el nuevo misal, las oraciones de ofrecimiento (o más bien de “presentación”) están sistemáticamente en plural. Si la oración del Orate frates (“orad hermanos para que sacrificio que es también vuestro, sea agradable a Dios Padre todopoderoso”) se ha mantenido in extremis en el nuevo misal, sabemos que muchas traducciones oficiales han suprimido voluntariamente la distinción entre los diferentes tipos de ofrecimiento: “oremos juntos en el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia”. A partir de ahora la ofrenda le corresponde no al celebrante sino al pueblo reunido. Sobre este punto es reveladora una palabra de la Plegaria eucarística III: “Populum tibi congregare non desinis, ut a solis ortu usque ad occasum oblatio munda offeratur nomini tuo”.
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«A partir de ahora la ofrenda le corresponde no al celebrante sino al pueblo reunido»

  1. El sacerdocio ministerial del celebrante, en cuanto es causa única de la presencia substancial de Cristo bajo las especies de pan y vino (y por consiguiente de la ofrenda sacramental) no se menciona NUNCA. Sólo se desarrolla su dimensión presidencial, que le permite al pueblo reunido ofrecer el sacrificio “por manos del sacerdote”:
  • La presidencia del sacerdote ministerial se toca 13 veces en la Institutio generalis missalis romani, y domina toda la ceremonia litúrgica puesto que, salvo una o dos oraciones de preparación personal, todas las oraciones pronunciadas por el celebrante se consideran como presidenciales.
  • Las DOS ÚNICAS veces (IGMR 10 y 60) en que se dice que el celebrante ocupa el lugar de Cristo se hace referencia a Cristo en cuanto Cabeza. Si la corrección de 1970 precisó que el sacerdote ministerial tiene el poder de ofrecer el sacrificio “en lugar de Cristo”, este inciso sólo se encuentra “en la sociedad de los fieles” de la cual “es su cabeza”. Parece que este pasaje debe ser leído como aludiendo a la ofrenda presidencial por la cual el sacerdote ocupa el lugar de Cristo Cabeza y no a la ofrenda sacramental por la cual el celebrante ocupa el lugar de Cristo único Sumo Sacerdote (doble dato confirmado por el «Catecismo» de 1992 [1348]).
  • Sólo se describe al sacerdote en su relación con el “pueblo de Dios” y no en cuanto que es el único que tiene el poder de consagrar in persona Christi el verdadero cuerpo de Cristo. Por ello, en el nuevo misal se ha relativizado, o incluso borrado, la presencia de Cristo sacerdote (en su ministro).

Conclusión

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«Con la Reforma Litúrgica, se considera la misa como una acción común a Cristo y al pueblo reunido»

Con la Reforma Litúrgica, se considera la misa como una acción común a Cristo y al pueblo reunido (IGMR 1). La presencia espiritual del Señor se vuelve tangible como Verbo a través de la «liturgia de la Palabra» (IGMR 9) y luego como objeto de oblación a través de la conmemoración de sus actos que se han hecho presentes (IGMR 1), mientras que el pueblo se alimenta ya sea a la mesa de la Palabra de Dios, o a la del Cuerpo del Señor (IGMR 8).

Así pues, la misa es ahora un banquete memorial en el transcurso del cual se hace presente el Señor por la virtud de la reunión de su pueblo, según se deduce con impecable lógica de los datos precedentes. A pesar de algunas añadiduras de la versión de 1970, no hubo ninguna rectificación en el rito mismo.
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Es más: dejan intacta la novedad introducida con la versión de 1969. Aunque se dice que el sacerdote obra in persona Christi, o que la misa es un sacrificio, estas expresiones tradicionales, por su contexto en la frase, cambian de interpretación: el sacerdote representa a la persona de Cristo-Cabeza en cuanto preside la asamblea, y la misa es un sacrificio porque es el banquete conmemorativo de la Cruz. De este modo sigue intacta la idea modernista esencial, es decir, la importancia central de la “presencia simbólica de Cristo en medio de su pueblo”.
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***Basamos fundamentalmente esta entrada en un capítulo del estudio “El Problema de la reforma litúrgica” (Hermandad San Pío X).

subir imagenYa en otra ocasión reprodujimos un certero artículo que expone con total claridad cuál ha sido siempre y en todo lugar la Doctrina de la Iglesia Católica Apostólica Romana acerca de los pérfidos judíos, quienes indudablemente son los asesinos de Nuestro Señor.

Ahora que se acerca el Viernes Santo, día en que el Pueblo Judío asesinó al Hijo de Dios, nos parece oportuno reproducir aquí la oración por la conversión de los judíos introducida en época apostólica y rezada en esa fecha en el venerable rito romano desde los primeros siglos del Cristianismo:

Oremus et pro perfidis Judæis: ut Deus et Dominus noster auferat velamen de cordibus eorum; ut et ipsi agnoscant Jesum Christum, Dominum nostrum. (Non respondetur ‘Amen’, nec dicitur ‘Oremus’, aut ‘Flectamus genua’, aut ‘Levate’, sed statim dicitur:) Omnipotens sempiterne Deus, qui etiam judaicam perfidiam a tua misericordia non repellis: exaudi preces nostras, quas pro illius populi obcæcatione deferimus; ut, agnita veritatis tuæ luce, quæ Christus est, a suis tenebris eruantur. Per eundem Dominum nostrum Jesum Christum Filium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus: per omnia sæcula sæculorum. Amen.

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«Oremos también por los pérfidos judíos, para que Dios Nuestro Señor aparte el velo de sus corazones, de modo que ellos también reconozcan a Cristo Nuestro Señor. Omnipotente y sempiterno Dios, Tú que no excluyes de tu Misericordia ni siquiera a los pérfidos judíos, escucha nuestras preces, que te dirigimos por la obcecación de aquel pueblo»

Oremos también por los pérfidos judíos, para que Dios Nuestro Señor aparte el velo de sus corazones, de modo que ellos también reconozcan a Cristo Nuestro Señor (No se responde «amén», ni se dice «Oremos», ni «Arrodillémonos» o «En pie», sino que inmediatamente se dice:) Omnipotente y sempiterno Dios, Tú que no excluyes de tu Misericordia ni siquiera a los pérfidos judíos, escucha nuestras preces, que te dirigimos por la obcecación de aquel pueblo; de tal modo que, conocida la Verdad de tu Luz, que es Cristo, salgan de sus tinieblas. Por el mismo Cristo Nuestro Señor, Hijo tuyo, que vive y reina en la Unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Comoquiera que la ignorancia es muy osada, no faltan quienes, militando en movimientos y actos liberal-nacionalistas y por tanto anticatólicos, intentan adulterar la Revelación Divina para adaptarla a sus pasiones y apetitos, secundando a los asesinos de Cristo. Y así, algunos de ellos han promovido y defendido la abolición de esta venerable oración apostólica, mientras que otros han dado un sentido deformado a la palabra latina perfidi, la cual ni significa, ni quiere, ni puede significar otra cosa que «pérfidos», porque tal es el sentido que tiene en la semántica latina y tal es el sentido que la teología y el magisterio católicos siempre le dieron.

Por ello, reproducimos también un breve, documentado, sencillo y agradable artículo que encontramos en Panorama Católico Internacional, apto para difundir la realidad del asunto y para hacérselo comprender a las gentes honradas. Le hemos añadido algunas imágenes y resaltados.

Mendo Crisóstomo


Acotaciones filológicas y hermenéuticas al Oremus et pro Iudaeis

Por Guillermo-C-H Pérez Galicia

Perfidus se aplica a aquel que traiciona la confianza (fides) o que rompe sus promesas.subir imagen
Perfidus está formado por la preposición per, que se añade para reforzar el significado de la palabra, bien en sentido positivo (como permagnus o permolestus), o bien en sentido negativo (como periurus o perfidus).
La terminación -idus designa una propiedad o estado en relación con la raíz de la que deriva el adjetivo que la contiene: en este caso hay que ponerlo en relación con el verbo semi-deponente fido (fiarse de alguien, tener confianza).

La palabra FIDES está unida a los «lazos de clientela«, los lazos de hospitalidad y amicitia, y los juramentos solemnes ante la divinidad; tiene que ver con la relación que entablan un gran señor, justo y poderoso, con sus siervos o con colaboradores de menor rango que se ayudan mutuamente, cada uno según su función. Es decir, se relaciona con los compromisos de amistad, fidelidad, compromiso y confianza por lazos de un individuo o más hacia otro que tiene una influencia o un peso preponderante en la sociedad. O, dicho de otro modo, su sentido fundamental se refiere a pactos de colaboración existentes entre alguien sencillo de un bajo estamento y una figura poderosa que le brinda su apoyo y sellan una lealtad mutua, con frecuencia por razones políticas; el otro sentido hace alusión al compromiso de fidelidad y confianza peculiar existente entre el amante y la amada, como lo expresan poetas como Catulo.

Así pues, perfidus es aquel con quien no se deben sellar pactos porque es indigno de confianza, pues incumplen su parte en un trato, o bien aquel individuo que no es apto para una relación de pareja porque está inclinado a tener deslices y no es sincero en su entrega. El Cristianismo vino a unificar ambos sentidos romanos de FIDES en sentido figurado para expresar el compromiso existente entre el alma del fiel y el amante del alma (Cristo), y la relación entre Dios y su Iglesia, identificando FIDES con el concepto griego PISTIS. De Fides deriva la palabra fe.

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Si consultamos «Pro Quinctio» de Cicerón (6, 26), veremos que la palabra perfidus se refiere a quien es falso, tramposo, traicionero y falto de honradez. La oda 27 del tercer libro de las Odas de Horacio es también suficiente demostración para darse cuenta de que perfidus alude a aquel que es traicionero, indigno de confianza y proclive a romper los pactos importantes.

El término adecuado que sirve para referirse a quien no es fiel a la religión verdadera es infidelis, mientras que infidus es un término más equívoco, porque puede aludir doblemente tanto a aquel que no es digno de confianza como a aquel que es inconstante o infiel a algo.

Los judíos se entiende perfectamente que se les llame perfidi, porque los judíos actuales son talmúdicos, es decir, son los herederos de los fariseos, a quienes Cristo llama hipócritas más de una vez, les dedica una serie de recriminaciones que bien merece la pena leer, analizar y seguir teniéndolas en cuenta para estar siempre alerta (Mt. 23, 13-36).

Y no sólo a los fariseos en particular, sino también se refiere alguna vez Nuestro Señor a los judíos en general, como cuando les acusa de ser hijos del Diablo, que su padre es padre de la mentira y homicida desde el principio, dando a entender que ellos son así (Jn 8, 31-48). Además acusa a los judíos en más de una ocasión de intentar matarlo, cosa que jamás hizo, por ejemplo con los romanos.

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«los judíos habían tramado la muerte de Jesús mucho antes de que fuera llevado a Pilatos, sin que exista, en cambio, ningún pasaje de los Evangelios que indique alguna intención o plan de los romanos tendente a realizarla»

Se ve entonces, que los judíos habían tramado la muerte de Jesús mucho antes de que fuera llevado a Pilatos, sin que exista, en cambio, ningún pasaje de los Evangelios que indique alguna intención o plan de los romanos tendente a realizarla.

Las siguientes palabras de Santo Tomás de Aquino demuestran una vez más a qué se refiere el Catolicismo hablando de los pérfidos:

 «Pues los judíos veían en Él todas las señales que los profetas dijeron que iba a haber […] pues veían con evidencia las señales de la Divinidad de Él, mas por odio y envidia hacia Cristo, las tergiversaban; y no quisieron confiar en las palabras de Éste, con las cuales se confesaba Hijo de Dios» (cfr. Summa Theologica, 3 p., qu. 47, art. 5).

Pero, más claro de lo que resulta en la siguiente parábola, como Cristo lo expresa, no puede estar:


«Y comenzó a contar al pueblo esta parábola: un hombre plantó una viña y se la arrendó a unos labradores y salió de viaje por bastante tiempo. Y en el momento adecuado envió a los labradores un siervo para que le diesen del fruto de la viña. Pero los labradores, tras
apalearlo, lo despidieron vacío. Y volvió a enviar a otro siervo; pero ellos, apaleándolo y ultrajándolo, lo despidieron vacío. Y volvió a enviarles un tercero, pero ellos también a ese, tras herirlo, lo echaron. 

subir imagenPero dijo el Señor de la viña: ‘¿qué voy a hacer? Enviaré a mi Hijo el amado; quizás a Él lo respetarán’. Sin embargo, al verle los labradores, razonaban entre sí diciendo: ‘Éste es el heredero; vamos a matarlo para que la herencia sea nuestra.’ Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron.

¿Qué hará, pues, con ellos, el Señor de la viña? Vendrá y hará perecer a esos labradores y entregará la viña a otros. » (Lc. 20, 9-16)

Ya hemos reproducido en otra ocasión algún texto del gran sabio Romano Amerio, helenista, teólogo, historiador, latinista y filósofo (además de consejero del Cardenal Siri).

En esta ocasión, los fragmentos que reproducimos, aderezados (como ya es costumbre en este blog) con algunos resaltados, hipervínculos e imágenes, analizan y corroboran la importancia del latín en la Liturgia.

Expone la gran labor pedagógico-educativa ejercida  por el uso del latín sobre los sectores menos cultivados de la sociedad y el bagaje cultural que se está perdiendo a consecuencia de esto.

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El latín es lengua óptima para la ejecución del Sacrificio agradable a Dios

Nos demuestra también la falsedad de la grosera sentencia -muy propia de teólogos pederastas- de «si el pueblo no sabe latín, no puede participar en la liturgia», sentencia evidentemente amparada en una concepción falsa y protestante de la participación.

Por último, Amerio proporciona pruebas irrefutables de la disociación existente entre el uso de las lenguas vernáculas para la liturgia con respecto a la Universalidad, la inmutabilidad de los dogmas revelados por Dios o la debida majestad propia del Sacrificio agradable a Dios.

Por si quedara alguna duda, al texto de Amerio añadimos al final un pequeño anexo con opiniones de los protestantes sobre la nueva misa.

Mendo Crisóstomo


LATINIDAD Y POPULARIDAD EN LA LITURGIA


Por Romano Amerio

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Tras el Concilio de Trento, florecieron la instrucción popular y la difusión de los «libros de piedad», que aseguraban la correcta participación y formación litúrgica de todos los sectores de la sociedad. Esto acabó tras el Concilio Vaticano II.

El Concilio de Trento (ses. XXII, cap. 9) ordenó que en el curso de la Misa el sacerdote explicase al pueblo parte de las lecturas. Esto no sólo se hacía en la homilía, sino también y de modo muy abundante mediante los libros de piedad, difundidísimos hasta el Vaticano II, que facilitaban seguir las diversas partes de la Misa.

Llevaban oraciones apropiadas que a menudo parafraseaban los textos litúrgicos, e incluso viñetas reproduciendo del modo más evidente posible ante los ojos el aspecto del altar, los actos del celebrante, y la posición de los vasos y de los ornamentos. Naturalmente, siendo analfabeta gran parte del pueblo cristiano no se podía encontrar perfecta concordancia entre la devota disposición interior del vulgo y la secuencia de las ceremonias sagradas. Por otro lado, la universalidad (letrada o iletrada) de la asamblea conocía y reconocía los momentos más importantes y las articulaciones del rito, indicadas también por la campanilla.

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En el antiguo rito latino, la Universalidad de la población (letrada o iletrada) participaba en la Santa Misa de manera efectiva

De este modo no faltaba a los ritos sagrados la participación espiritual de los fieles. Y no solamente no faltaba, sino que faltó cada vez menos después de que en los años de la primera postguerra (en Italia por mérito de la Obra para la Realeza de Cristo) en todos los países europeos se difundieran los cuadernillos con el texto latino y la traducción al vulgar del Misal festivo.

Y conviene señalar que los misales que contenían el texto latino y yuxtapuesta la traducción en lengua moderna estuvieron en uso desde el siglo XVIII [1], y no sé si también antes. En la biblioteca de Manzoni en Brusuglio existe uno latín-francés impreso en París en 1778, y era utilizado por doña Giulia.

Suele objetarse que en el rito latino el pueblo estaba desvinculado de la acción de culto y faltaba esa participación activa y personal constituida en intención de la reforma. Pero contra dicha objeción milita el hecho de que la mentalidad popular estuvo durante siglos marcada por la liturgia, y el lenguaje del vulgo recogía del latín cantidad de locuciones, metáforas, y solecismos.

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Antaño, el lenguaje y cultura del vulgo se enriquecían con metáforas, solecismos y locuciones del latín

Quien lee esa vivísima pintura de la vida popular que es el Candelaio de Giordano Bruno se sorprende del conocimiento que los más bajos fondos tenían de las fórmulas y de los actos de los ritos sagrados: no siempre (es obvio) en la semántica legítima, y a menudo llevados a sentidos deformes, pero siempre atestiguando el influjo de los ritos sobre el ánimo popular.

Por el contrario, hoy tal influencia se ha apagado del todo y el lenguaje toma sus formas de otros campos, sobre todo del deporte.

El más importante fenómeno lingüístico por el cual quinientos millones de personas han cambiado su lenguaje de culto, no ha dejado hoy la más mínima sombra en el lenguaje popular.

LOS VALORES DE LA LATINIDAD EN LA IGLESIA. UNIVERSALIDAD


Por Romano Amerio

No queremos aquí retroceder hasta la Auctorem fidei de Pío VI, que reprobó la propuesta del Sínodo de Pistoya de realizar los ritos en lengua vernácula (DENZINGER, 1566). No nos extenderemos ni siquiera sobre la doctrina de Rosmini en las Cinque piaghe, cuando consideraba que el justo remedio a la desvinculación del pueblo de la acción sagrada no residía (como hoy erróneamente se le atribuye) en la abolición de la lengua latina, sino en el desarrollo de la instrucción vital del pueblo fiel [2].

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El Sínodo de Pistoya había sido condenado por el Papa Pío VI, al renovar el error luterano-jansenista de utilizar lenguas vulgares para la liturgia

Si decimos que el latín es connatural a la religión católica, ciertamente no nos referimos a una connaturalidad metafísica coincidente con la esencia de la cosa misma (como si el catolicismo no pudiese subsistir sin el latín), sino a una connaturalidad histórica: un hábito adquirido históricamente por una peculiar aptitud y conveniencia que el idioma latino tiene con la religión.

El catolicismo nació, por así decirlo, arameico; fue durante mucho tiempo griego; se hizo pronto latino, y el latín se le hizo connatural. De entre las muchas adaptaciones posibles de un lenguaje a la religión, la connaturalidad histórica es la que mejor responde a las propiedades de ésta, modelándose perfectamente sobre los caracteres de la Iglesia.

En primer lugar, la Iglesia es universal, pero su universalidad no es puramente geográfica ni consiste, como se dice en el nuevo Canon, en estar difundida por toda la tierra [3].

Dicha universalidad deriva de la vocación (están llamados todos los hombres) y de su nexo con Cristo, que ata y reúne en Sí a todo el género humano. La Iglesia ha educado a las nacionalidades de Europa y creado los alfabetos nacionales (eslavo, armenio), dando origen a los primeros textos escritos.

En consonancia con la acción civilizadora de los Estados europeos, ha educado a las nacionalidades de África. Sin embargo, no puede adoptar el idioma de un pueblo particular, perjudicando a los demás. A pesar de la disgregación postconciliar, a la Iglesia católica parece escapársele lo mucho que la unidad de la lengua aporta a la unidad de un cuerpo colectivo: no ocurre así con el Islam, que usa en sus ritos el paleoárabe incluso en los países no árabes; ni con los hebreos, que usan para la religión el paleohebraico; tampoco se les escapa a los Estados que han alcanzado después de la guerra su unidad nacional, pues ninguno de ellos ha adoptado como lengua oficial una de las lenguas nacionales, sino el inglés o el francés, lenguas de sus colonizadores y civilizadores [4].

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La inmutabilidad de la Revelación de Dios y la Universalidad espacio-temporal de la Iglesia sólo se hallan a salvo con una lengua universal e inmutable

En segundo lugar la Iglesia es sustancialmente inmutable, y por ello se expresa con una lengua en cierto modo inmutable, sustraída (relativamente y más que cualquier otra) a las alteraciones de las lenguas usuales: alteraciones tan rápidas que todos los idiomas hablados hoy tienen necesidad de glosarios para poder entender las obras literarias de sus primeros tiempos. La Iglesia tiene necesidad de una lengua que responda a su condición intemporal y esté privada de dimensión diacrónica.

Ahora bien, siendo imposible que una lengua de hombres escape al devenir, la Iglesia se acomoda a un lenguaje que elide cuanto es posible la evolución de la palabra. Hablo en términos prudentes porque, coincidiendo la diventabilidad con la vida de un idioma, sé bien que también el latín de la Iglesia va cambiando con el correr del tiempo. Incluso prescindiendo de la presente decadencia de la latinidad, tanto profana como eclesial, basta confrontar las encíclicas del siglo XIX con las de los últimos pontificados para advertir la diferencia [5].

INMUTABILIDAD RELATIVA. CARÁCTER SELECTO DEL IDIOMA LATINO

En tercer lugar la lengua de la Iglesia debe ser selecta y no vulgar, porque las cosas que intenta expresar son las cumbres del espíritu, más bien un ensayo de realidades sobrehumanas.

No es que la Iglesia desprecie el profanum vulgus al contrario, todo aquello que toca lo santifica, y el vulgo, los pobres y los simples son objeto precipuo de su cuidado.

Ella trata con perfecta paridad en sus sacramentos a príncipes y a plebe, y catequizó a los pueblos en sus dialectos: Santo Tomás en Nápoles predicó en el vernáculo napolitano, Gerson en el de la Alvernia y los párrocos de Lombardía hasta final del siglo XIX en el del país.

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La Religión Católica evangelizó a los pueblos en sus respectivos dialectos y les convirtió con el Santo Sacrificio en latín

Incluso fundó órdenes religiosas expresamente comprometidas en la instrucción de las capas populares, asemejándose a ellas incluso en la humildad del nombre (los Ignorantes). No es por desprecio del pueblo o altanería sobre los pueblos como pudo la religión tener el latín como lengua propia y connatural. La razón de la latinidad de la Iglesia es ciertamente aquélla, que ya tocamos en Iota Unum [6] de la continuidad histórica, por la cual la religión acompaña el curso de las civilizaciones.

Pero la razón importante es la necesidad para la Iglesia de custodiar el dogma con una lengua que se mantenga fuera de las pasiones. Las pasiones, en una explicación completa (que abarca desde el orgullo hasta la facilidad para sacar conclusiones), son principio de fluctuación de las mentes, de alteraciones de la verdad y de divisiones entre los hombres. Y es ciertamente fútil el escándalo que se monta a veces sobre las sutiles diferencias entre una definición y otra, como si fuesen chanzas y menudencias de charlatanes. [7]

En conclusión, los caracteres del latín de la Iglesia se fundan en una suprahistoricidad que instaura, más que impide, la comunicación entre los hombres, del mismo modo que el elemento de la vida sobrenatural instaura, más que impide, la comunión de todos aquéllos que participan de la naturaleza humana. Lorenzo el Magnífico, discurriendo de las diversas excelencias de las lenguas, atribuye la universalidad del latín a la «prosperidad de la fortuna»[8].

No hace falta creer con los medievales que, al igual que el Imperio, así la lengua de Roma haya estado establecida «por lugar santo / donde mora el que a Pedro ha sucedido» (Inf. II, 23-24). Se puede rechazar tal sentencia y no desconocer sin embargo la eminencia y el idiotropion de la latinidad de la Iglesia.

subir imagenNo conviene concluir este discurso sin recordar que el latín constituía hasta hace poco tiempo la más vasta κοινή del mundo de la cultura. Si espíritus de renuncia y de flaqueza no hubiesen frustrado la restauración ordenada por Juan XXIII [9], esta κοινή podría conservarse dentro de la Iglesia Católica en la enseñanza, en los ritos y en el gobierno. Mayor fuerza moral que la Iglesia mostraron esos gobiernos civiles de nuestra época que consiguieron imponer o persuadir a poblaciones enteras una lengua desconocida o extraña para ellos: así ocurrió en Israel, que hizo nuevo el antiguo idioma, en la República Popular China y en muchos Estados africanos.

Romano Amerio


[1] Sobre la traducibilidad y divulgabilidad de los textos litúrgicos en las lenguas vulgares ha tenido lugar un desarrollo positivo. El decreto del 12 de enero de 1661 de Alejandro VII, que condenaba la traducción en francés del Misal romano, estaba ciertamente inspirado en la idea de una connaturalidad entre lo sagrado y el latín que sobrepasaría el carácter histórico para entrar en lo metafísico, como pronto diremos.

[2] Delle cinque ptaghe della Santa Chiesa, Brescia 1966, p. 74: «queriendo reducir los Sagrados ritos a las lenguas vulgares se iría hacia dificultades mayores, y se añadiría un remedio peor que el mal. Las ventajas de que se goza conservando las lenguas antiguas son principalmente: la representación que hacen las antiguas Liturgias de la inmutabilidad de la Fe; la unión de muchos pueblos cristianos en un solo rito, con un mismo lenguaje sagrado, haciéndoles sentir mucho mejor la unidad y la grandeza de la Iglesia y su común fraternidad; el tener algo de venerable y de misterioso en una lengua antigua y sagrada, casi un lenguaje sobrehumano y celeste; (…) la infusión de tal sentimiento de confianza en quien sabe que reza a Dios con las mismas palabras con las cuales oraron durante tantos siglos innumerables hombres santos y padres nuestros en Cristo». Con la vulgarización de los ritos «se introduciría una enorme división en el pueblo» y «un perpetuo cambio en las cosas sagradas».

[3] Realmente no es algo difuso (la metáfora viene del líquido, que se expande uniformemente dando lugar a un velo superficial continuo), sino más bien discontinuamente disperso.

[4] Que el uso de una lengua supranacional sea, incluso en el orden civil, un coeficiente de unidad y de concordia, queda probado por el hecho de que el intento de algunos Estados asiáticos y africanos plurilingües de introducir como lengua oficial alguna lengua del país, provocó guerras civiles y debió ser abandonado.

[5] Para ser equitativos conviene reconocer que también nuestros doctores daban de modo extravagante ejemplos de tal decadencia. OLINTO GUERRINI, que era bibliotecaria en el Archigimnasio de Bolonia, en una sáfica erótica de Postuma, Bolonia 1882, p. 145, equivocaba acentos y declinaciones, poniendo púlvinar en vez de pulvinar y haciendo latum acusativo del sustantivo latus. Por venir a tiempos recientes, en la célebre Académie des inscriptions et belles lettres, el ilustre ALPHAN citaba un paso del medieval Guiberto, en el que se dibuja pintorescamente la figura del escolar inclinado sobre el banco: «pluteo adhaerens tanquam animal peritum» que quiere decir: «ligado al bando como un animal sabio, como un sabihondo». Pero ALPHAN lee peritum con i larga en vez de con i breve y traduce «comme un animal empaillé», olvidando que los intransitivos no tienen participio pasado. En la abadía de Viboldone, cerca de Milán, una lápida recuerda la restauración promovida por el arzobispo Montini «antequam ad Summum Pontificatum eligeretu». El redactor del epígrafe ignoraba la ley de la oblicuidad, eje de la construcción latina. Con ese subjuntivo se viene a decir exactamente que el Card. Montini tenía en mente convertirse en Papa, e hizo todo lo posible para restaurar Viboldone antes de que ello ocurriese. El Card. SEPER, en diciembre de 1974, me señaló que en el documento de su Congregación sobre el aborto sus latinistas se habían equivocado escribiendo «ut opinatur».

[6] R. Amerio, Iota Unum § 32, sobre la Veterum Sapientia de Juan XXIII.

[7] El lenguaje es la idea misma, y variar el lenguaje, como se desprende del desarrollo homogéneo o heterogéneo del dogma, significa idénticamente variar la doctrina. Lo hemos visto respecto al término transustanciación en R. Amerio, Iota Unum § 275.

[8] Scritti scelti, Turin 1930, p. 46.

[9] Ver nota 6.



ANEXO: LOS PROTESTANTES Y LA MISA NUEVA

Para que nuestros lectores no crean que nos gusta ser «guardianes de las esencias», ni soberbios a los que les gusta ir de elitistas y «desobedecer a Pedro» sin motivo grave, recordamos que pueden consultar L’Osservatore Romano del 13 de octubre de 1967 y constatar lo que en él se dice:

«Es interesante notar un comentario sueco que afirma algo en este sentido: la reforma litúrgica (…) se aproximó a la misma forma de la liturgia luterana»

Por si les quedan dudas, consulten Vds. la Formula missae de Martín Lutero o los libros de ritos «eucarísticos» anglicanos.

Pero antes, ¡cuidado!: para evitar que se atraganten leyendo las opiniones de los herejes protestantes actuales (mal llamados «evangélicos» por los impíos), que insertamos a continuación hablando sobre la misa nueva, les recordaremos la frase del famoso místico argentino Benjamín Solari Parravicini, pronunciada en 1936:

«La Iglesia Católica en el año 1970 tendrá la misa protestante»

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Benjamín Solari Parravicini (1936): «La Iglesia Católica en el año 1970 tendrá la misa protestante»

Y ahora, por fin, algunas opiniones de los herejes protestantes sobre la misa nueva (extraídas de cierta web desaparecida):

«En La Croix del 30 de mayo de 1969, Max Thurian, de la comunidad de Taizé, escribe que el nuevo Ordo Missae

«es un ejemplo de esa fecunda preocupación por la unidad abierta y la fidelidad dinámica, por la verdadera catolicidad: uno de sus frutos será tal vez que comunidades no católicas podrán celebrar la Santa Cena con las mismas oraciones que la Iglesia Católica. Teológicamente es posible«.

Pero no lo era con el rito tradicional.

En Le Monde del 22 de noviembre de 1969 pueden leerse extractos de una carta enviada al obispo de Estrasburgo por el Sr. Siegvalt, profesor de dogma de la Facultad protestante de dicha ciudad. Siegvalt asevera que

«nada hay en la misa ahora renovada que pueda molestar verdaderamente al cristiano evangélico«.

La nueva liturgia es del total agrado de los herejes protestantes

En La Croix del 10 de diciembre de 1969, Jean Guitton reproduce una observación que leyó en una de las más importantes revistas protestantes:

«Las nuevas oraciones eucarísticas han eliminado la falsa perspectiva de un sacrificio ofrecido a Dios«

En el número de enero de 1974 de L’Eglise en Alsace, publicación mensual de la Oficina diocesana de información, se puede leer un documento muy interesante originado en el Consistorio superior de la Confesión de Ausburgo y Lorena, llamada Iglesia «evangélica» o sea, protestante ( de fecha 8 de diciembre de 1973). el documento se publica íntegramente. Los siguientes párrafos han sido extractados del mismo:

«Dadas las formas actuales de la celebración eucarística de la Iglesia católica y en razón de las convergencias teológicas presentes, muchos obstáculos que hubieran podido impedir a un protestante participar en su celebración eucarística parece hallarse en vías de desaparición. Hoy en día debería serle posible a un protestante reconocer en la celebración eucarística católica la cena instituida por el Señor

(…)

…Nos atenemos al uso de las nuevas oraciones eucarísticas en las cuales volvemos a encontrarnos y que tienen la ventaja de matizar la teología del sacrificio que teníamos el hábito de atribuir al catolicismo. Esas plegarias nos invitan a volver a encontrar una teología evangélica del sacrificio (…)

Estos textos, a los que podrían agregarse muchos más, son perfectamente claros. Establecen, sin lugar a dudas, que lo menos que puede decirse de la nueva «Misa» es que es equívoca.»

EL TALMUD: LAS ENSEÑANZAS DE ODIO Y RACISMO DE LOS PÉRFIDOS JUDÍOS (II)

Por Mendo Crisóstomo

Ya evidenciábamos en la primera parte que el judaísmo es, fundamentalmente, la Anti-religión.

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TODO judío, aun viviendo al margen de la moral y de lo sacro, se siente siempre judío y actúa según el Talmud, salvo si se convierte

Y, por ello, todo miembro de la comunidad judía -aun viviendo de espaldas a lo sacro y a la moral-  se siente siempre especialmente ligado a su libro sagrado, el Talmud, hasta el punto de que, a no ser que se convierta, siempre se sigue considerando a sí mismo judío.

Antes de ver algunas citas del Talmudponíamos como ejemplo el caso de Ysidor Mardochai Levy (Karl Marx) como un paradigma de judío.

Sin embargo, la cosa no se detiene ahí.
Las aspiraciones de Levy pronto fueron puestas en marcha, por primera vez, por otro judío:

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El judío Lenin, financiado por la Banca, puso por vez primera en práctica las teorías del talmudista Ysidor Mardochai

Vladimir Ilich Ulianov Blank, más conocido como «LENIN», gracias a la financiación de los grandes banqueros judíos de Francia, Norteamérica, Alemania e Inglaterra.

Por eso no nos extraña que las condenas de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana siempre fueran todavía más duras con el Talmud y con sus seguidores incluso que con el llamado Corán, pernicioso libro de la abominable secta fundada por el falso profeta Mahoma.

La mujer de Lenin −también judía− conocida como Krupskaya, pero cuyo verdadero nombre era Nadiezda Konstantinovna, acentuó su lucha tras la muerte de su esposo mediante el adoctrinamiento.

subir imagenEsta «mujer ejemplar», modelo al que siguen todas las comunistas del planeta, nos da una idea de su defensa de las doctrinas talmúdicas si nos afanamos en la lectura de algunos de sus textos, siempre tan admirados por sus seguidores leninistas.

Por ejemplo, en su Outchit Gazeta escribió (10/Oct./1929):

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La judía esposa de Lenin, llamada Krupskaya, además de programar a las masas, defendía el derecho a la violación

«Aunque la socialización de las mujeres no está formalmente ratificada en la lucha soviética, debe convertirse en una realidad y penetrar en la conciencia de las masas.

Consecuentemente, cualquiera que intente defender a una mujer que es (indecentemente) asaltada, muestra una naturaleza burguesa y se declara a sí mismo a favor de la propiedad privada.

El oponerse a la violación es resistirse a la revolución comunista de octubre».

Vemos, pues, la ejemplaridad de esta célebre judía en el cumplimiento de ese modo de vida integral en la unión y cooperación supremacista con una comunidad de judíos que entre sí  se identifican.

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Desde pequeños, los judíos aprenden que «Es lícito hacer uso del fraude para con los cristianos» Babha Kama 113, b.

Y ahora, sigamos viendo algunos pasajes más, en bilingüe (hebreo-español) que nos indican las enseñanzas «sagradas» de los judíos sobre los no-judíos:

ביאת  גוי  דהויא  כבואת  בהמה

«El coito del no-judío es como el coito del animal»
Sanhedrin 74, b. Tosephoth

בראם  בצרת  אדם  לבבודם  של  ישראל  שלא  נבראו  העכ˝ום  כי

אם  לשמשם  דיום  ולילה  לא  ישבותו  ממלאכתם  ואין כבוד  לבן

מלך שישמש  אותו  בהמה  בצורת  בהמה  כי  subir imagenאם  בהמה  בצורת

«Dios creó a los cristianos en forma humana en honor de Israel, puesto que no fueron creados con otro fin que para servir a los judíos día y noche; y no se les puede dar descanso jamás de semejante esclavitud.
Pues es menester que el hijo del Rey (el israelita) no sea servido por bestias en su propia forma, sino en forma humana»
Midrash Talpioth fol. 255, d.

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«No puede darse ninguna alegría mayor a Dios Bendito que ésta que nosotros le procuramos exterminando a los impíos y a los cristianos de este mundo» Sepher Or Israel fol. 180.

הרשעים…  יש  להם  נפש  מן  הקליפה

הנקראת  מות  וצל  מות

«Las almas de los no-judíos provienen de la costra mugrienta, que se llama muerte y sombra de muerte» Emek Hammelech 23, d.

טעותו  מותרת

«Es lícito hacer uso del fraude para con los cristianos»
Babha Kama 113, b.

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«El coito del no-judío es como el coito del animal» Sanhedrin 74, b. Tosephoth

ותימה  דלהון ב סמיתו  דפומא  כבעירא  דאיהי  מיתא  ולית  לח

קול  ודבור

«Y cúmplase la muerte de los cristianos cerrándoles la boca como la de las bestias, a las que se aniquila sin voz ni habla»
Pesachim 49, b.

בעי  בר  ישראל  לעקור  הקוצים  מן הכרם  לעקור  הקליפות

ולכלותם  מעל  פני  האדמה  כי  אין חדוה  לפני  הק˝בה  גדולה

מזו  כשאנחנו  מכלים  את  הרשעים  והקליפות  מן העולם

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«Las almas de los NO-judíos provienen de la costra mugrienta, que se llama muerte y sombra de muerte» Emek Hammelech 23, d.

«El israelita sobrevive de afanarse con empeño en arrancar los espinos de la viña, esto es: en erradicar y extirpar al cristiano de la tierra.

No puede darse ninguna alegría mayor a Dios Bendito que ésta que nosotros le procuramos exterminando a los impíos y a los cristianos de este mundo»
Sepher Or Israel fol. 180.

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