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Nuestros lectores saben que uno de los afanes de nuestro blog es recordar o dar a conocer la verdad histórica. Uno de los fraudes contra ella es la leyenda que quiere hacer aparecer la Cristiandad como un modelo de Régimen que le cerraba las puertas a las mujeres. En cambio, el Sistema en que vivimos, gobernado por políticos y banqueros muy altruistas, defendido en el exterior por ejércitos que van repartiendo la paz en el mundo e internamente por una policía que reparte caramelos a los que protestan, les habría abierto las puertas. Por eso aquí vamos a insertar una nueva entrada sobre este asunto.

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Todavía hay gente que cree fue el altruismo de los políticos, ladrones y banqueros del Régimen Constitucional lo que le abrió la puerta a las mujeres

Antes de nada, viene muy al caso recordar que una de las instituciones históricas creadas por amor a la Verdad es la Universidad. Pues bien, no hace mucho que nos hablaban del crecimiento que está experimentando la Agrupación de Estudiantes Tradicionalistas (AET).

Según supimos por la Agencia FARO, ha sido refundada en la célebre Universidad de Salamanca hace unos pocos años y, como decimos, está teniendo un creciente desarrollo. Es buena ocasión para lamentarse de que vayan ya cumpliéndose las previsiones de destrucción de la Universidad por parte del Sistema sobre los que la la AET nos alertaba en su manifiesto contra el Plan Bolonia. En el contexto del Régimen de rapiña demagógica bajo el que vivimos, Bolonia es, a todos los efectos, la estafa del usuario llevada al ámbito universitario, bajo el lema demagógico de conseguir «una educación de calidad».

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Ellos fueron los que expulsaron a las mujeres de la Universidad y persiguieron a sus profesores

Igual que la AET desenmascaró de antemano estos planes de destrucción de esa creación de la Iglesia Católica que es la Universidad, también publican en su blog un artículo que desenmascara el famoso engaño de que la mujer era apartada de los ámbitos intelectuales durante el Régimen de Cristiandad. Una de las cortinas de humo con que nos atosiga el adoctrinamiento masivo del Sistema es el de las «políticas»  de «género» de género.

Estas «políticas» cuentan con sus correspondientes ministerios de Igualdad (palabra-talismán de los que echaron a la mujer de la Universidad), con su oscurantista ideología de género, con su afán de trastornar el idioma, con la degeneración guiada de todo lo que huela a limpio y con el emputecimiento sistemático y organizado de las mujeres.

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«la calumnia de las plumas liberal-burguesas según la cual el Régimen de Cristiandad habría impedido a las mujeres el acceso a la Universidad, en el contexto de famosos actos de demagogia pública convocados por asociaciones marxistas»

Concretamente, el artículo de la AET que reproducimos a continuación desenmascara brevemente la calumnia de las plumas liberal-burguesas según la cual el Régimen de Cristiandad habría impedido a las mujeres el acceso a la Universidad, en el contexto de famosos actos de demagogia pública convocados por asociaciones marxistas, pues el Marxismo es hijo legítimo del Capitalismo.

Y el artículo demuestra que los que echaron a las mujeres de la Universidad han sido los mismos que se han inventado la demagógica ideología feminista, quienes ahora presumen de haberle devuelto generosamente a las mujeres el «permiso» para acceder a la Universidad. «Permiso» que ellos mismos le quitaron.

Ellos, que fueron los mismos que eliminaron las Universidades y persiguieron a sus profesores, dado que la intelectualidad era reaccionaria, defensora de las libertades y enemiga de la Constitución.

Y ya desde la Cristiandad Medieval nos encontramos con casos como la de la alemana Herrada de Landsberg, que creó nada menos que una enciclopedia, entre otros ejemplos no recogidos, por evidentes razones de brevedad, en el artículo que recogemos.

Según nuestra costumbre, hemos añadido algunas imágenes y resaltados para ilustrar el artículo, que esperamos sea del agrado de nuestros lectores.

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Santa Hildegarda de Bingen, en pleno Medievo, importantísima para la historia natural y la medicina de su época

Mendo Crisóstomo
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Si creemos en la buena fe de los organizadores de estos actos y no en que se trate de algunos casos más de la mentirosa demagogia revolucionaria, entonces tendremos que señalar su abrumadora ignorancia.

Ignorancia al hablar de «100 años de la entrada libre de las mujeres en la Universidad», cuando jamás se impidió la entrada de la mujer en la Universidad hasta la llegada de la Revolución a España en 1812. Éste es un hecho tan conocido y tan perfectamente establecido, que se aprendía incluso en enseñanza primaria.

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Beatriz Galindo era conocida como «La Latina» por su erudición en lenguas clásicas, en una época de «oscurantismo» como el siglo XVI español

Mal está que lo omitan los medios del Gobierno de ocupación; pero ¿será posible que esta gente tan cultivada y tan digna de estar en la Universidad ni siquiera se haya preguntado por qué en la misma ciudad en que viven hay un instituto de enseñanza media («educación secundaria» le dicen ahora) llamado «Lucía de Medrano», en honor a esta catedrática de Humanidades de la Salamanca del siglo XVI?

¿Tan lejos llega su incultura como para no saber que en aquellas épocas de «oscurantismo» (en que la Universidad se autogestionaba), brillaban en los claustros en pleno siglo XV mujeres como Beatriz Galindo, llamada «La Latina» por su erudición en lenguas clásicas, cuya memoria guarda hasta el callejero salmantino?

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La ilustre doctora doña María Isidra Guzmán de la Cerda, catedrática de filosofía (1785) en la Universidad de Alcalá de Henares, impulsó la «Junta de Damas» en el ámbito universitario

Y no es que hayan sido casos aislados circunscritos a lo que llaman «Siglo de Oro»; antes bien, la cosa se prolonga hasta la mal llamada «decadencia» de España. No hacía mucho que el heroico guipuzcoano Blas de Lezo cosechaba triunfos extraordinarios para las Españas como la derrota inglesa en Cartagena de Indias (1741), cuando la ilustre doctora doña María Isidra Guzmán de la Cerda obtenía el título de catedrática de filosofía (1785) en la Universidad de Alcalá de Henares.

Y que no se trataba de un caso aislado lo indica el hecho de que ella misma impulsó después la «Junta de Damas», que obviamente no se componía de boxeadores ni de obispos.

Lo que a menudo se les olvida a estos aprendices de revolucionarios es que el ideólogo de la expulsión de la mujer de la universidad fue un tal J.J. Rousseau.

Aquel lamentable tipo, tan admirado por progresistas de todo pelaje, no sólo creó la fraudulenta teoría política del «contrato social» y el disparate de basar la enseñanza en los «sentimientos» y no en la razón (que la ineficacia del sistema educativo actual ha demostrado un completo fracaso), sino que proclamaba que la mujer sólo servía «para procurarle placer» al varón.

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«Los revolucionarios, los progresistas, fueron los únicos responsables de la exclusión de la mujer […] la izquierda se opuso rotundamente al voto femenino durante la nefasta II República»

Los revolucionarios, los progresistas, fueron los únicos responsables de la exclusión de la mujer. Son ellos quienes introdujeron la obsesión por legislarlo y regularlo todo; y son ellos los obsesionados con dominar la Universidad desde el Estado, o desde la empresa. Son ellos los enemigos de las verdaderas libertades y del verdadero derecho; por ejemplo, lo hacen también cuando se inmiscuyen en asuntos que dependen de cada familia.

Incluso mucho antes de la aparición formal de la Universidad (creación de la Iglesia Católica) nos encontramos en la vieja Cristiandad casos como el de Duoda, escribiendo el primer tratado de pedagogía durante el renacimiento carolingio. O la importancia académica de Santa Hildegarda de Bingen para la historia natural y la medicina de su época. Podríamos multiplicar los ejemplos sin fin.

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la mediocre y supersticiosa Hipatia de Alejandría

Se ve que tampoco conocen el papel político que ya antes de la creación de la Universidad solían cumplir las mujeres. Por ejemplo, en las asambleas del Medievo cristiano, para dulcificar hostilidades e introduciendo ellas mismas las «treguas de Dios».

Fue la llegada del liberalismo y su tiranía estatista la que prohibió votar a las mujeres, cuyo voto, sin embargo, se mantuvo en las Legaciones Pontificias, no sujetas aún al control absorbente del Estado.

Ni tampoco saben nada del papel que tuvieron determinadas mujeres gobernando extensos territorios en muchas zonas de la vieja Cristiandad.

Y todavía en el siglo XIX, en el ambiente eclesiástico, no invadido aún del cáncer revolucionario, encontramos casos como el de Mademoiselle Tamisier, promotora junto a Pío IX de los congresos eucarísticos. Es más: el primer movimiento femenino organizado reclamando la acción pública de las mujeres fue suscitado por el Papa Benedicto XV, como antes la había defendido en España el tribuno tradicionalista Juan Vázquez de Mella. En cambio, la izquierda se opuso rotundamente al voto femenino durante la nefasta II República.

Que no nos vengan ahora con las mixtificaciones engañadoras y absurdas de siempre, hablando de «100 años de la mujer en la Universidad»; pues aparte de ser mentira, los responsables de la exclusión de la mujer del ámbito universitario fueron sus inmediatos antepasados ideológicos.

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el primer movimiento femenino organizado reclamando la acción pública de las mujeres fue suscitado por el Papa Benedicto XV, como antes la había defendido en España el tribuno tradicionalista Juan Vázquez de Mella

La Universidad de Salamanca tiene como copatrona a Santa Catalina de Alejandría, auténtico ejemplo de sabia y elocuente mujer frente a la mediocre y supersticiosa Hipatia de Alejandría. La Universidad tradicional jamás impidió a la mujer la entrada en el ámbito académico, porque la Universidad es creación de la Catolicidad, y la Catolicidad es fiel hija de una mujer que es el canal por el que la humanidad recibe todas las Gracias: la Inmaculada Madre de Dios, patrona de las Españas, del Requeté y de la Universidad de Salamanca, cuya fiesta hoy celebramos.

Inmaculada de Monterrey, por José de Ribera, El Españoleto. Convento MM. Agustinas Recoletas de Salamanca

Como regalo de Reyes, transcribimos para nuestros lectores un par de breves y excelentes artículos de utopía e idealismo. El primero de ellos lo tomamos de El brigante, blog que se distingue especialmente por su honradez intelectual en la exposición de lo que es un católico, una cosa hoy poco conocida. El artículo se titula La utopía odia el orden natural y odia la vida humana y muestra cómo el activismo del católico no puede limitarse exclusivamente a «batallitas» como la defensa de los no-nacidos o el derecho de un niño huérfano a no ser adoptado por una pareja de pervertidos del mismo sexo. También aclara perfectamente cómo todos los innovadores y revolucionarios, sean de la ideología que sean, odian el orden natural y pretenden siempre transformar el mundo en base a sus espejismos y utopías mentales. Es evidente que los utópicos odian la creación y su orden natural y por eso están siempre intentando hacer la realidad a su medida, desmantelar la sociedad y reescribir la historia para autojustificar sus locuras y sus crímenes. Simplificando, podemos dividir en dos grupos los utópicos: unos son los que proceden del mal llamado «racionalismo» y otros son los que reaccionan equivocadamente frente al «racionalismo» con el romanticismo, tan utópico como el mal llamado «racionalismo», y crean una historia a base de mitos del pasado y de la naturaleza a los cuales exaltar; por eso, el segundo artículo que transcribimos está tomado del interesantísimo blog El Matiner Carlí. y se titula El Romanticismo vehículo de destrucción de la Tradición. Su finalidad es la diferenciación entre romanticismo y tradicionalismo, este último auténtica reacción de la sociedad viva y no de la exaltación de uno o varios mitos como el primero. Nos hemos limitado a hacer algunas modificaciones tipográficas y de resaltado, y añadir algunas imágenes. Que disfruten estos dos excelentes artículos. Mendo Crisóstomo

La utopía odia el orden natural y odia la vida humana

La utopía, en todas sus formas y variantes, es siempre enemiga de la vida moral humana y, al final, hasta de la mera vida humana, a secas. El utópico es el insatisfecho peligroso que, so capa de reformar el mundo, lucubra deducciones infinitas sin nexo alguno con la realidad y la experiencia. ¿Que la verdad, la naturaleza y la inducción más elementales nos señalan la dirección contraria? Peor para todas ellas. La violencia y la saña a la que pueden llegar los filántropos no conoce igual en los anales de la delincuencia común. Acostumbran estos benefactores de la humanidad a dejar tras de sí un reguero de sangre, espeso como su soberbia.

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«Acostumbran estos benefactores de la humanidad a dejar tras de sí un reguero de sangre, espeso como su soberbia»

La bestia negra de los utópicos es el “sentido común”. Hace ya mucho tiempo que los utópicos más delirantes están al timón de nuestros gobiernos. Pero, piénsese que la clase dirigente de las revoluciones y de los regímenes utópicos está formada por los “ofendidos” imaginarios, por marginales y asociales, incapaces de ceñirse a la regla común de la obediencia moral. No es infrecuente que en tiempos de revolución sean los pervertidos, los lunáticos, los ineptos, las meretrices o los contrahechos los que vean en esos falsos ideales utópicos la ocasión -que creían definitivamente perdida- de redimirse socialmente. Y así las depuraciones más feroces las dirigen los incapaces más palmarios, encendidos por un celo febril.

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«No es infrecuente que en tiempos de revolución sean los pervertidos, los lunáticos, los ineptos, las meretrices o los contrahechos los que vean en esos falsos ideales utópicos la ocasión de redimirse socialmente»

Y así, también, las ideologías más odiosas ofrecen la oportunidad al cornudo y al tímido patológico de convertir su rencor en motor de una catarsis social diabólica. Sea el feminismo, la alianza de civilizaciones, la eugenesia luciferina, los derechos polisexuales, el animalismo o la llamada violencia de género, nos ofrecen el espectáculo de la iracundia cuasi sagrada aureolando los rostros más ramplones, marcados por la frustración, pero que parecen elevarse hasta el séptimo cielo de la indignación utópica mientras pontifican desde su ignorancia.

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«la tibia connivencia de los católicos liberales, siempre tan preocupados por dar la perfecta inclinación cervical ante el poder constituido, venga de donde venga»

Pero guardémonos de menospreciar a esta morralla, pues de esa sentina surgen las levas que están acabando con los últimos vestigios de la vida tradicional, racional y conforme a la naturaleza. Bueno, de ahí y de la tibia connivencia de los católicos liberales, siempre tan preocupados por dar la perfecta inclinación cervical ante el poder constituido, venga de donde venga. La furia utópica no descansa y, lo que es peor, cada vez encuentra menos resistencia para alcanzar sus objetivos de refundar la realidad al margen de la ley natural. Disipemos rápidamente el conjuro brujeril de quienes piensan obrar conforme a su deber humano y cristiano desgañitándose para defender como última Thule moral la oposición al aborto provocado y a lo que vagamente denominan “familia” (incluyendo una relativa libertad de iniciativa educativa y el matrimonio). No es que esos bastiones no formen parte irrenunciable de la ley natural, en cuya defensa, por cierto, cabe un mayor recurso a la fuerza del que se estaría dispuesto a admitir desde esa trinchera (la violencia es mala, venga de donde venga, nos amonestarían, repudiándonos). El problema es que la moralidad natural es un todo coherente e irrenunciable en sí mismo. No sólo en sus expresiones normativas (haz esto y evita aquello), sino, y esto se olvida frecuentemente, en sus condiciones de ejecución. La exigencia de la moral natural –la moral normal en el sentido natural– ni se ciñe a esos dos ejes de “familia” y “vida” (ni menos al esquelético mínimum con que se presentan), ni se limita a las obligaciones mismas, sino que abarca todas las condiciones previas que permitan ese cumplimiento. Ése es el fundamento de la doctrina política católica y no ningún capricho autoritario. No se trata de confundirse sobre la viabilidad social de estos reclamos. Hace demasiado tiempo que cruzamos todos los límites y toda futura y eventual reconstrucción, salvo milagro, será dolorosa, dura, combatida y lenta. Se trata de no confundirse sobre la naturaleza de nuestra moralidad ni sobre el alcance de nuestra doctrina. Como diría Madiran, se impone un gran esfuerzo de clarificación. Antes de nada. El Brigante

EL ROMANTICISMO VEHÍCULO DE DESTRUCCIÓN DE LA TRADICIÓN

El romanticismo es una reacción al racionalismo ilustrado, y a los principios y práctica de la Revolución francesa. Reacción consistente en la exaltación de las particularidades propias y del pasado vivido, especialmente del pasado medieval, resaltando las libertades que los pueblos de aquellas épocas disfrutaban. Como tal, la reacción es positiva.
Los pueblos no aguantaban más las frías construcciones racionalistas ajenas a su alma y al calor de sus tradiciones. Porque más allá de una mera sociedad organizada para fines racionales al modo contractual de Rousseau, o de la concepción mecanicista del Estado, o del despotismo ilustrado, más allá de eso el pueblo es una comunidad.
Como reacción al individualismo burgués, al centralismo uniformador y al naciente capitalismo, el romanticismo tiene muchos lugares comunes con el Tradicionalismo. El problema surge cuando esa exaltación se hace desde una perspectiva meramente «natural», y termina en naturalismo puro. No digamos cuando esa mirada al pasado es totalmente pagana. El movimiento romántico degenera vía naturalismo, por tanto, en el nacionalismo; y esto es grave porque este naciente nacionalismo arraiga en zonas tradicionalmente tradicionalistas y de fuerte resistencia a la modernidad. El nacionalismo será una forma de atemperar su tradicionalismo y a la larga de diluirlo totalmente: el caso catalán o vascongado es paradigmático. Este nacionalismo romántico tenderá a idealizar el pasado a base de «mitos» y por tanto se alejará de la verdadera Tradición siempre arraigada en la auténtica historia. El nacionalismo es una «idolatría política» que invierte la correcta jerarquía de principios. La exaltación de la «nación», conduce a la larga, se quiera o no, a la relegación de la religión como fundamento esencial y unificador. Destruyendo así el principio vital que vivificaba las tradiciones, libertades y instituciones de los pueblos. Incluso los «nacionalismos católicos» primarán el interés nacional y la religión tanto en cuanto sirva a la «nación». Primará la «nación» sobre la «tradición». En los aludidos casos catalán y vascongado la descristianización de sus respectivos ámbitos ha tenido lugar con ocasión de los gobiernos nacionalistas, habiendo estado esos partidos nacionalistas, de inspiración o de antigua confesionalidad católica, a la vanguardia de políticas anticristianas. Ejemplo muy reciente es el apoyo del PNV al aumento del genocidio legal del aborto con la nueva y sanguinaria ley propuesta por el PSOE.
El Dios, Patria, Fueros y Rey es la correcta relación de principios; su alteración es un principio revolucionario y disolvente.
En el caso de la América hispánica esos nacionalismos católicos, pese a ser más consecuentes con su confesionalidad, han bebido de «mitos» y «símbolos» revolucionarios. Es curioso como en muchos casos exaltan a los «padres de la patria» de sus «naciones», siendo estos masones y liberales. Aceptan sus símbolos, siendo estos igualmente liberales y masónicos en su origen; aceptan todo el proceso de sus «independencias», proceso igualmente revolucionario. Y al mismo tiempo ese nacionalismo les sirve para oponerse a los católicos de otros pueblos hermanos, impidiendo el proceso de una verdadera restauración que debería conllevar a la formación de una Comunidad de pueblos hispánicos. El error romántico de base es el «naturalismo» y el “sentimentalismo” que lleva parejo; exaltar lo puramente natural, lo que degenerará en la creación de «idolatrías políticas»: la orografía, las peculiaridades folclóricas, culturales o lingüísticas, la «raza», etc. Siempre en detrimento de la Tradición como ejecutoria histórica y real, y del principio espiritual sobrenatural que la alimenta y da coherencia. En este sentido hay romanticismos de derechas de tipo conservador (que no escapan de ese naturalismo) y los hay de tipo más liberal (y tono revolucionario). Pero en los dos casos la raíz anti-tradicional es idéntica. Aún así entre los románticos habrá quien termine en una verdadera conversión al catolicismo y en una defensa de la verdadera Tradición y buscando, por tanto, la restauración. Pero lo más normal es que el romanticismo que en un principio nace con un tono conservador, degenere pronto en liberalismo, y en muchos casos derive en puro pre-fascismo y posteriormente en progresismo disolvente (contradiciendo totalmente sus propios orígenes). Todo ello mediante la exaltación de «mitos» y de elementos puramente naturales por la asunción del principio de inmanencia propio de la filosofía moderna de la que no se escapan. El sentimentalismo romántico ha operado como vehículo de trasvase de los pueblos tradicionales hacia el liberalismo vía un vaciamiento del alma de los pueblos, mediante el idealismo romántico. La defensa de la religión y de las libertades tradicionales, se debe hacer siempre desde una perspectiva sobrenatural y trascendente que es la que las vivificaba y unificaba, arrancado ese principio el pasado pierde significación y la restauración se hace imposible. Sólo la Religión es el centro de una comunidad y antídoto al individualismo disolvente.subir imagen

Tengamos mucho cuidado en la no generación de “Tradicionalismos románticos”. La Fe católica asimilada y vivida debe ser siempre la norma de nuestro actuar personal y político.

Como ya hemos hecho en alguna otra ocasión, reproducimos aquí un artículo de la intelectualmente honrada  Agencia Faro, haciendo solamente algunas modificaciones en el formato gráfico, y añadiendo ilustraciones; esta vez se trata de mostrar por qué los católicos deben creer en el Limbo, por ser la enseñanza sobre el Limbo una doctrina creída siempre por todos los católicos de la historia.

Negar la realidad del Limbo supondría poner en tela de juicio el dogma de la Indefectibilidad de la Iglesia, puesto que este dogma implica que la Iglesia jamás estuvo errada en una doctrina de la fe.

"están más preocupados por el sentimentalismo contemporáneo que por las verdades de Fe"

Actualmente, debido a sentimentalismos y a una alta dosis de soberbia, muchos creen ingenuamente que entrar en el Reino de los Cielos es una especie de derecho. Por intensos que sean sus caprichos y deseos sentimentales de variar la realidad sobrenatural, ésta seguirá siendo tal y como ha venido siendo hasta ahora, y NADIE podrá jamás cambiarla.

Ni siquiera un papa, aunque intentara hacerlo, podría jamás modificar las realidad objetiva de las enseñanzas que han sido siempre creídas por los fieles católicos de todas las épocas.

Por eso decía el otrora Cardenal Ratzinger, actual Papa Benedicto XVI:

«Tras el concilio Vaticano II se generó la impresión de que el Papa podía hacer cualquier cosa […]su potestad se liga a la tradición de la fe […] La autoridad del Papa NO es ilimitada: está al servicio de la Santa Tradición «.
(
Joseph Ratzinger, Introducción al Espíritu de la Liturgia , Ediciones San Pablo, pág. 162.)

"La autoridad del Papa NO es ilimitada: está al servicio de la Santa Tradición"

Y San Vicente de Lérins, Doctor de la Iglesia, nos deja claro en su Conmonitorium cómo actuar en tiempos en los que alguien quiere modificar alguna enseñanza de siempre:


«Y si algún contagio nuevo se esfuerza en envenenar, no ya una pequeña parte de la Iglesia, sino toda la Iglesia entera a la vez incluso, entonces su gran cuidado será apegarse a la antigüedad, que evidentemente no puede ya ser seducida por ninguna mentirosa novedad»

 

Uno de los que pretenden cambiar las enseñanzas de siempre sobre el Limbo ha sido el ya fallecido obispo Alessandro Maggiolini, uno de los redactores del llamado “Catecismo de la Iglesia Católica”. Maggiolini, con tan pocos “respetos humanos” que a menudo vestía de ministro anglicano y no de obispo católico, es también conocido por sus afirmaciones ambiguas respecto al uso de la píldora y del preservativo, así como por las famosas acusaciones de haber encubierto los crímenes del sacerdote Mauro Stefanoni, pederasta defensor acérrimo del Concilio Vaticano II.

Mendo Crisóstomo

Los católicos sí creemos en el limbo

por L.I.A. (Extraído de Agencia FARO, 24/Abril/2007)

P. ¿Pues hay más que un infierno?
R. Sí, padre, hay cuatro en el centro de la tierra que se llaman: infierno de los condenados, purgatorio, limbo de los niños y limbo de los justos o seno de Abraham.


P. ¿Y qué cosas son?
R. El infierno de los condenados es el lugar donde van los que mueren en pecado mortal, para ser en él eternamente atormentados. El purgatorio; el lugar donde van las almas de los que mueren en gracia, sin haber enteramente satisfecho por sus pecados, para ser allí purificados con terribles tormentos. El limbo de los niños, el lugar donde van las almas de los que antes del uso de la razón mueren sin el Bautismo; y el de los justos o seno de Abraham el lugar donde, hasta que se efectuó nuestra redención, iban las almas de los que morían en gracia de Dios, después de estar enteramente purgadas, y el mismo a que bajó Jesucristo real y verdaderamente.

(Catecismo de la Doctrina Cristiana, escrito por el P. Gaspar Astete, añadido por el licenciado don Gabriel Menéndez de Luarca)

Los Católicos sabemos que existen cuatro "infiernos": el limbo de los niños muertos sin bautizar, el limbo de los justos al que Cristo descendió, el Purgatorio y el Infierno de los condenados eternamente

Durante generaciones, durante siglos, los españoles —decir católicos españoles era, hasta no hace tanto, una redundancia— hemos aprendido la verdad del limbo con el célebre Astete. Sin embargo, un despacho de la agencia oficial vaticana Zenit nos contaba el 4 de mayo de 2006, ufanamente:

Monseñor Alessandro Maggiolini, teólogo y uno de los redactores del Catecismo de la Iglesia Católica, explica por qué el limbo ya no aparece en la doctrina cristiana. Monseñor Maggiolini aclara que de este tema no se habla porque «es una hipótesis teológica que no parece fundada sólidamente en la Revelación. El silencio es una opción bastante sabia también porque el limbo, si se hubiera nombrado, no habría podido ser comparado ni con el paraíso ni con el infierno. Dos condiciones de las que a menudo se habla de una manera analítica y un poco petulante en cierta catequesis popular torpe. El Catecismo parece en cambio sugerir que, al final de la vida terrena, no hay soluciones intermedias entre beatitud y condena».

Según Maggiolini, el Catecismo del Padre Astete debe ser «catequesis popular torpe». También debe serlo la clásica definición de San Vicente de Leríns en su «Commonitorio», según la cual la Fe de la Iglesia consiste en «lo que ha sido creído siempre, por todos y en todo lugar».

Según parece, para Maggiolini, las enseñanzas de siempre sobre el limbo son una "catequesis popular torpe". Él en cambio, como digno hijo del Concilio Vaticano II, era más sabio que todos los Santos Doctores y Papas de la historia de la Iglesia

Mas una sencilla consulta al Denzinger nos confirma que esta «hipótesis teológica» —según el Vaticano actual— la sostiene solemnemente el Magisterio al menos en dos ocasiones.
Lo hace en 1321 el Papa Juan XXII, en la carta Nequaquam sine dolore a los armenios.
Lo hace en 1794 Pío VI, en la constitución Auctorem Fidei, condenando los errores del Sínodo de Pistoya:

La doctrina que reprueba como fábula pelagiana el lugar de los infiernos (al que corrientemente designan los fieles con el nombre de limbo de los párvulos) … es falsa, temeraria e injuriosa contra las escuelas católicas.

¿Cómo entender, pues, que la Comisión Teológica Internacional, dependiente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que empezó a estudiar la creencia en el limbo en 2004, publique en abril de 2007 un documento que dice cosas como que ésta refleja una «visión excesivamente restrictiva de la salvación», que existen «serias razones teológicas para creer que los niños no bautizados que mueren se salvarán y gozarán de la visión beatífica»?

¿Cómo entender que el cardenal Ratzinger, entonces prefecto de la misma congregación, afirmara en 1984 que el limbo era «sólo … una hipótesis teológica» y que lo mejor sería no tenerla en cuenta? ¿Cómo aceptar que en el Nuevo Catecismo el limbo haya sido omitido?

Siempre hemos creído que en el limbo se goza de felicidad natural, ya que no de la visión de Dios. Siempre hemos creído también —y ese es el centro de nuestra Fe— que nos salvamos por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, por su Pasión y Muerte en la Cruz. Si el bautismo no es necesario, si se puede entrar en el Cielo con la mancha del pecado original, en vano se encarnó Dios. En vano fue crucificado. En vano resucitó. En vano existe la Iglesia, en vano existen los sacramentos.

El documento se titula «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin ser bautizados» y, según la comisión, el limbo representaba un «problema pastoral urgente», ya que cada vez son más los niños nacidos de padres no católicos y que no son bautizados y también «otros que no nacieron al ser víctimas de abortos»; «es cada vez más difícil aceptar que Dios sea justo y misericordioso y a la vez excluya a niños que no tienen pecados personales de la felicidad eterna». Si hubiese que juzgar por estas palabras, parecería que la Comisión Teológica Internacional, la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Vaticano que autoriza la publicación del documento en cuestión, están más preocupados por el sentimentalismo contemporáneo que por las verdades de Fe.

 

El Papa Pío VI ya había condenado, como Doctor Universal, las afirmaciones "anti-Limbo" de los jansenistas de Pistoya, calificándolas de "falsa, temeraria e injuriosa contra las escuelas católicas"

«es cada vez más difícil aceptar que Dios sea justo y misericordioso y a la vez excluya a niños que no tienen pecados personales de la felicidad eterna»

Otro despacho de Zenit, de 2 de octubre de 2006, arrojaba más luz sobre el espíritu que guía a la tal Comisión:

La Comisión Teológica Internacional comenzó este lunes su sesión plenaria en el Vaticano en la que, entre otras cosas, está analizando el borrador de un documento sobre los niños fallecidos sin el bautismo.

Así lo confirma un comunicado, emitido este sábado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, explicando que la reuniones están presididas por el cardenal William Joseph Levada, presidente de la Comisión, en cuanto prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Los documentos de esta Comisión no forman parte del Magisterio de la Iglesia, buscan ayudar a la Santa Sede y especialmente a la Congregación para la Doctrina de la Fe a examinar cuestiones doctrinales de particular importancia.

Si el Limbo no existiera: "...en vano se encarnó Dios. En vano fue crucificado. En vano resucitó. En vano existe la Iglesia, en vano existen los sacramentos"

En diciembre del año 2005, al hablar de este documento en redacción, el secretario general de la Comisión Teológica Internacional, el padre Luis Ladaria, S.I., explicó a los micrófonos «Radio Vaticano» que sobre el «limbo» «no hay una definición dogmática, no hay una doctrina católica que sea vinculante».

«Sabemos que durante muchos siglos se pensaba que estos niños iban al Limbo, donde gozaban de una felicidad natural, pero no tenían la visión de Dios. A causa de los recientes desarrollos no sólo teológicos, sino también del Magisterio, esta creencia hoy está en crisis», aclaró.

Para entender la cuestión el padre Ladaria aclaró: «Tenemos que comenzar por el hecho de que Dios quiere la salvación de todos y que no quiere excluir a nadie; tenemos que fundamentarnos en el hecho de que Cristo ha muerto por todo los hombres y de que la Iglesia es un sacramento universal de salvación, como enseña el Concilio Vaticano II».

De modo que el motor de esta «abolición» del limbo son «los recientes desarrollos no sólo teológicos, sino también del Magisterio … que Cristo ha muerto por todos los hombres y de que la Iglesia es un sacramento universal de salvación, como enseña el Concilio Vaticano II».

¿A qué nos suena esto de «por todos los hombres»? Volvamos al despacho de Zenit de 4 de mayo de 2006, y a Monseñor Maggiolini:

Es mejor no ser demasiado curiosos respecto a los medios que usa Cristo, el cual quiere salvar «a vosotros y a todos», como dice la fórmula de la consagración eucarística.

Monseñor Maggiolini, ¿se engaña, o quiere engañarnos? Bien es verdad que las versiones vernáculas del Novus Ordo Missae dicen, con sospechosa unanimidad, «sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados».
Mas también es verdad que esa no es la traducción de las palabras de Nuestro Señor Jesucristo. Después de casi cuarenta años de falsificación de las palabras del Redentor, en noviembre de 2006 la Congregación del Culto Divino decretó que «pro multis» debe traducirse como «por muchos». El prefecto de dicha congregación, Francis Arinze, a quien de momento nadie está haciendo caso, justificaba confusamente tanto el cambio como la mala traducción, diciendo entre otras cosas:

«Por muchos» es una traducción fiel de «pro multis» en tanto que «por todos» es más bien una explicación más adecuada a la catequesis.

Las Conferencias Episcopales se creen con autoridad no sólo para destruir la Tradición de la Iglesia, sino incluso para contradecir abiertamente las palabras de Nuestro Señor

Respecto a las palabras que se añaden: Por vosotros y por muchos, las primeras están tomadas de San Lucas, y las otras de San Mateo (Luc., XXII, 20; Matt. XXVI, 28), pero que las juntó seguidamente la Santa Iglesia, instruida por el Espíritu de Dios; y son muy propias para manifestar el fruto y las ventajas de la pasión. Porque, si atendemos a su valor, habrá que reconocer que el Salvador derramó su sangre por la salvación de todos; pero si nos fijamos en el fruto que de ella sacan los hombres, sin dificultad comprenderemos que su utilidad no se extiende a todos, sino únicamente a muchos. Luego, cuando dijo: por vosotros, dio a entender, o a los que estaban presentes, o a los escogidos del pueblo judío, cuales eran sus discípulos, excepto Judas, con los cuales estaba hablando. Y cuando dijo: por muchos, quiso se entendieran los demás elegidos de entre los judíos o los gentiles. Muy sabiamente, pues, obró no diciendo por todos, puesto que entonces sólo hablaba de los frutos de su pasión, la cual sólo para los escogidos produce frutos de salvación. A esto se refieren las palabras del Apóstol (Hebr., IX, 28): Cristo ha sido una sola vez sacrificado para quitar de raíz los pecados de muchos; y lo que dijo el Señor, según San Juan (Joan., XVII, 9): Por ellos ruego Yo ahora: no ruego por el mundo, sino por estos que me diste, porque tuyos son.

Una Comisión Teológica Internacional, sin rango magisterial alguno, enmienda la plana al Magisterio. De forma parecida a como, hace unos años, las conferencias episcopales de los países de habla hispana fueron enmendando la plana a Nuestro Señor Jesucristo, imponiendo cambios en el Padrenuestro. El principal, por cierto, cambiando «deudas» («et dimitte nobis debita nostra») por «ofensas»; y, por lo tanto, al hacer olvidar la deuda, que permanece tras el perdón de los pecados, haciendo olvidar también el «purgatorio; el lugar donde van las almas de los que mueren en gracia, sin haber enteramente satisfecho por sus pecados, para ser allí purificados con terribles tormentos» (Catecismo del Padre Astete). Primero el Purgatorio, ahora el Limbo.

 

Pese a las erróneas doctrinas inventadas por los modernistas, los católicos seguiremos creyendo en el Limbo igual que en el resto de Doctrinas Reveladas por Dios a la Iglesia

Parece, sin embargo, que con Trento, con los Papas, con el Padre Astete y con «lo que ha sido creído siempre, por todos y en todo lugar» en la Iglesia, los católicos vamos a tener que seguir creyendo en el limbo.

Que es, aunque los de esa comisión no quieran entenderlo, una prueba más de la misericordia de Dios.