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Cien años de demagogia feminista
julio 28, 2012 in Verdad Histórica | Tags: aberrosexualismo, adoctrinamiento, Antiguo Régimen, apologética, arraigo, asambleas, asociales, autarquía, autogestión, banqueros, Beatriz Galindo, Biblioteca de Alejandría, bienestar, Blas de Lezo, Bolonia, capricho autoritario, cartagena de Indias, cáncer revolucionario, centralismo, Ciudad de Dios, Civitas Christiana, Civitas Dei, comunidad, comunidades, Congresos eucarísticos, conservadurismo, constitución, contrahechos, Contrarrevolución, cooperativismo, corporativismo, crisis económica, Cristiandad, Cristo Rey, degeneración, democracia, depresión, Dios, doctrina social de la Iglesia, Duoda, Edad Media, Enciclopedia, Españas, Estado, estatismo, falsos ideales utópicos, familia, fascismo, federalismo, feminismo, fueros, globalización, gobierno, Gobierno de Ocupación, gremios, hembrismo, Herrada de Landsberg, Hipatia, historia natural, Hypatia, ideología, ideología de género, ideologizar, idioma, ignorancia, Igualdad, II República, indignación utópica, ineptos, Inmaculada Concepción, Investigación y Ciencia, La Ciudad de Dios, la Latina, la Utopía, las Españas, legaciones Pontificias, legitimismo, Ley Natural, liberal, liberalismo, libertades, libertarios, Lucía de Medrano, lunáticos, machismo, Mademoiselle Tamisier, manipulación, María Isidra Guzmán de la Cerda, marxismo, medicina, Medievo, ministerio de igualdad, mitos, modernidad, monarquía, Pío IX, pedagogía, plan de ajuste, políticos, policía, progresistas, Progreso, Régimen de Cristiandad, recesión, religión, requeté, revolucionarios, Rousseau, Santa Catalina, Santa Catalina de Alejandría, Santa Hildegarda de Bingen, Santa Tradición, sentido común, sentimentalismo, separatismo, siglo de oro, Sistema Tradicional, soberbia, socialismo, sociedad, subsidiariedad, sufragistas, tetralema, tibieza, totalitarismo, Tradición Católica, Tradicionalismo, treguas de Dios, Universidad, Universidad de Alcalá de Henares, Universidad de Salamanca, Vázquez de Mella, violencia de género, voto femenino | 3 comentarios
Nuestros lectores saben que uno de los afanes de nuestro blog es recordar o dar a conocer la verdad histórica. Uno de los fraudes contra ella es la leyenda que quiere hacer aparecer la Cristiandad como un modelo de Régimen que le cerraba las puertas a las mujeres. En cambio, el Sistema en que vivimos, gobernado por políticos y banqueros muy altruistas, defendido en el exterior por ejércitos que van repartiendo la paz en el mundo e internamente por una policía que reparte caramelos a los que protestan, les habría abierto las puertas. Por eso aquí vamos a insertar una nueva entrada sobre este asunto.
Antes de nada, viene muy al caso recordar que una de las instituciones históricas creadas por amor a la Verdad es la Universidad. Pues bien, no hace mucho que nos hablaban del crecimiento que está experimentando la Agrupación de Estudiantes Tradicionalistas (AET).
Según supimos por la Agencia FARO, ha sido refundada en la célebre Universidad de Salamanca hace unos pocos años y, como decimos, está teniendo un creciente desarrollo. Es buena ocasión para lamentarse de que vayan ya cumpliéndose las previsiones de destrucción de la Universidad por parte del Sistema sobre los que la la AET nos alertaba en su manifiesto contra el Plan Bolonia. En el contexto del Régimen de rapiña demagógica bajo el que vivimos, Bolonia es, a todos los efectos, la estafa del usuario llevada al ámbito universitario, bajo el lema demagógico de conseguir «una educación de calidad».
Igual que la AET desenmascaró de antemano estos planes de destrucción de esa creación de la Iglesia Católica que es la Universidad, también publican en su blog un artículo que desenmascara el famoso engaño de que la mujer era apartada de los ámbitos intelectuales durante el Régimen de Cristiandad. Una de las cortinas de humo con que nos atosiga el adoctrinamiento masivo del Sistema es el de las «políticas» de «género» de género.
Estas «políticas» cuentan con sus correspondientes ministerios de Igualdad (palabra-talismán de los que echaron a la mujer de la Universidad), con su oscurantista ideología de género, con su afán de trastornar el idioma, con la degeneración guiada de todo lo que huela a limpio y con el emputecimiento sistemático y organizado de las mujeres.
Concretamente, el artículo de la AET que reproducimos a continuación desenmascara brevemente la calumnia de las plumas liberal-burguesas según la cual el Régimen de Cristiandad habría impedido a las mujeres el acceso a la Universidad, en el contexto de famosos actos de demagogia pública convocados por asociaciones marxistas, pues el Marxismo es hijo legítimo del Capitalismo.
Y el artículo demuestra que los que echaron a las mujeres de la Universidad han sido los mismos que se han inventado la demagógica ideología feminista, quienes ahora presumen de haberle devuelto generosamente a las mujeres el «permiso» para acceder a la Universidad. «Permiso» que ellos mismos le quitaron.
Ellos, que fueron los mismos que eliminaron las Universidades y persiguieron a sus profesores, dado que la intelectualidad era reaccionaria, defensora de las libertades y enemiga de la Constitución.
Y ya desde la Cristiandad Medieval nos encontramos con casos como la de la alemana Herrada de Landsberg, que creó nada menos que una enciclopedia, entre otros ejemplos no recogidos, por evidentes razones de brevedad, en el artículo que recogemos.
Según nuestra costumbre, hemos añadido algunas imágenes y resaltados para ilustrar el artículo, que esperamos sea del agrado de nuestros lectores.
Mendo Crisóstomo
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Si creemos en la buena fe de los organizadores de estos actos y no en que se trate de algunos casos más de la mentirosa demagogia revolucionaria, entonces tendremos que señalar su abrumadora ignorancia.
Ignorancia al hablar de «100 años de la entrada libre de las mujeres en la Universidad», cuando jamás se impidió la entrada de la mujer en la Universidad hasta la llegada de la Revolución a España en 1812. Éste es un hecho tan conocido y tan perfectamente establecido, que se aprendía incluso en enseñanza primaria.
Mal está que lo omitan los medios del Gobierno de ocupación; pero ¿será posible que esta gente tan cultivada y tan digna de estar en la Universidad ni siquiera se haya preguntado por qué en la misma ciudad en que viven hay un instituto de enseñanza media («educación secundaria» le dicen ahora) llamado «Lucía de Medrano», en honor a esta catedrática de Humanidades de la Salamanca del siglo XVI?
¿Tan lejos llega su incultura como para no saber que en aquellas épocas de «oscurantismo» (en que la Universidad se autogestionaba), brillaban en los claustros en pleno siglo XV mujeres como Beatriz Galindo, llamada «La Latina» por su erudición en lenguas clásicas, cuya memoria guarda hasta el callejero salmantino?
Y no es que hayan sido casos aislados circunscritos a lo que llaman «Siglo de Oro»; antes bien, la cosa se prolonga hasta la mal llamada «decadencia» de España. No hacía mucho que el heroico guipuzcoano Blas de Lezo cosechaba triunfos extraordinarios para las Españas como la derrota inglesa en Cartagena de Indias (1741), cuando la ilustre doctora doña María Isidra Guzmán de la Cerda obtenía el título de catedrática de filosofía (1785) en la Universidad de Alcalá de Henares.
Y que no se trataba de un caso aislado lo indica el hecho de que ella misma impulsó después la «Junta de Damas», que obviamente no se componía de boxeadores ni de obispos.
Lo que a menudo se les olvida a estos aprendices de revolucionarios es que el ideólogo de la expulsión de la mujer de la universidad fue un tal J.J. Rousseau.
Aquel lamentable tipo, tan admirado por progresistas de todo pelaje, no sólo creó la fraudulenta teoría política del «contrato social» y el disparate de basar la enseñanza en los «sentimientos» y no en la razón (que la ineficacia del sistema educativo actual ha demostrado un completo fracaso), sino que proclamaba que la mujer sólo servía «para procurarle placer» al varón.
Los revolucionarios, los progresistas, fueron los únicos responsables de la exclusión de la mujer. Son ellos quienes introdujeron la obsesión por legislarlo y regularlo todo; y son ellos los obsesionados con dominar la Universidad desde el Estado, o desde la empresa. Son ellos los enemigos de las verdaderas libertades y del verdadero derecho; por ejemplo, lo hacen también cuando se inmiscuyen en asuntos que dependen de cada familia.Incluso mucho antes de la aparición formal de la Universidad (creación de la Iglesia Católica) nos encontramos en la vieja Cristiandad casos como el de Duoda, escribiendo el primer tratado de pedagogía durante el renacimiento carolingio. O la importancia académica de Santa Hildegarda de Bingen para la historia natural y la medicina de su época. Podríamos multiplicar los ejemplos sin fin.
Se ve que tampoco conocen el papel político que ya antes de la creación de la Universidad solían cumplir las mujeres. Por ejemplo, en las asambleas del Medievo cristiano, para dulcificar hostilidades e introduciendo ellas mismas las «treguas de Dios».
Fue la llegada del liberalismo y su tiranía estatista la que prohibió votar a las mujeres, cuyo voto, sin embargo, se mantuvo en las Legaciones Pontificias, no sujetas aún al control absorbente del Estado.
Ni tampoco saben nada del papel que tuvieron determinadas mujeres gobernando extensos territorios en muchas zonas de la vieja Cristiandad.
Y todavía en el siglo XIX, en el ambiente eclesiástico, no invadido aún del cáncer revolucionario, encontramos casos como el de Mademoiselle Tamisier, promotora junto a Pío IX de los congresos eucarísticos. Es más: el primer movimiento femenino organizado reclamando la acción pública de las mujeres fue suscitado por el Papa Benedicto XV, como antes la había defendido en España el tribuno tradicionalista Juan Vázquez de Mella. En cambio, la izquierda se opuso rotundamente al voto femenino durante la nefasta II República.
Que no nos vengan ahora con las mixtificaciones engañadoras y absurdas de siempre, hablando de «100 años de la mujer en la Universidad»; pues aparte de ser mentira, los responsables de la exclusión de la mujer del ámbito universitario fueron sus inmediatos antepasados ideológicos.
La Universidad de Salamanca tiene como copatrona a Santa Catalina de Alejandría, auténtico ejemplo de sabia y elocuente mujer frente a la mediocre y supersticiosa Hipatia de Alejandría. La Universidad tradicional jamás impidió a la mujer la entrada en el ámbito académico, porque la Universidad es creación de la Catolicidad, y la Catolicidad es fiel hija de una mujer que es el canal por el que la humanidad recibe todas las Gracias: la Inmaculada Madre de Dios, patrona de las Españas, del Requeté y de la Universidad de Salamanca, cuya fiesta hoy celebramos.
LA IGLESIA CATÓLICA Y SU VINCULACIÓN AL PROGRESO CIENTíFICO-TÉCNICO
agosto 22, 2011 in apologética, Verdad Histórica | Tags: Agustín Udías, Andrés Vesalio, Antiguo Régimen, apologética, Aristóteles, Athanasius Kircher, óptica, calvinismo, Carla Rita Palmerino, Catholic Physics, Christopher Clavius, Christopher Grienberger, Christopher Scheiner, Ciampini, cometa Halley, Compañía de Jesús, Copérnico, Descartes, Domingo de Soto, dominicos, Edmond Halley, Enciclopedia, Escolástica, Escuela de Salamanca, Euclides, Ferdinand Verbiest, franciscanos, Francisco de Toledo, Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Galileo, geografía, Georg Samuel Dörfel, George Sarton, Georges Lemaître, Giovanni Battista Riccioli, Giuseppe Asclepi, Gregor Mendel, Gregorio XIII, hidrografía, Investigación y Ciencia, jesuitas, Johann Adam Schall von Bell, John Sacrobosco, Kaspar Schott, Kepler, Kublai Khan, las Indias, Leonhart Fuchs, ley de la gravedad, leyendas negras de la Iglesia, Luis Alonso, magnetismo, Marcus Hellyer, Martín Artajo, matemáticas, Matteo Ricci, Maurice A. Finocchiaro, mecánica, Michael Weinchenhan, Mordechai Freingold, Noël Golvers, Odo Van Maelcote, oscurantismo, Otto von Guericke, Pedro Apiano, Pierre Gassendi, Ptolomeo, revisionismo, revolución científica, Roger Joseph Boscovic, Romano Gatto, San Ignacio de Loyola, Santa Tradición, Scientific American, Steiner Verlag, superstición, Tales de Mileto, telescopio, Tomás Alfaro Drake, Tradición Católica, Tradicionalismo, Tycho Brahe, Universidad, Vincenzo Coronelli, William A. Wallace | 3 comentarios
Tras unos meses de letargo por motivos laborales, volvemos nuevamente a la carga para deleitar a nuestros lectores en sus vacaciones estivales con un excelente artículo que echa abajo algunas calumnias vertidas contra la Iglesia Católica.
Una de las excusas que formulan algunos (para no cambiar su miserable existencia en unos casos, por supina incultura en otros y en otros, por último, por afán de obtener ganancias personales) son las acusaciones de «superstición» y de «oscurantismo» de la Iglesia fundada por el Hijo de Dios.
Sin embargo, cualquiera que se moleste en investigar descubrirá lo que veremos a continuación: una introducción hacia algunas de las pruebas que demuestran que, precisamente, los avances científicos, técnicos o tecnológicos son fruto de la protección ejercida siempre por la Iglesia Católica hacia la ciencia y hacia el verdadero progreso.
Hemos tomado un texto del blog del profesor T. Alfaro Drake que en parte, como él mismo señala, se nutre de otros interesantes textos. Su blog contiene gran cantidad de elementos interesantes, pero no recomendamos dicho blog en su integridad por hallarse desviado, -en algunas cuestiones puntuales- por algunos de los errores doctrinales de raíz liberal que hoy están asolando la Iglesia Católica.
Ahora bien, en textos como éste (entre otros), vale la pena detenerse por unos minutos y repasar la realidad histórica de la ciencia y el carácter anti-supersticioso de la Verdadera Religión. Por ello, le añadimos algunos resaltados, imágenes e hipervínculos para facilitar la lectura y comprensión a nuestros lectores y a toda persona intelectualmente honrada y de espíritu justo que se acerque a nuestro blog.
Mendo Crisóstomo
¿Ha sido la Iglesia católica un obstáculo para la ciencia?
Tomás Alfaro Drake
Muchas veces se oye decir y mucha gente lo repite sin saber del todo lo que dice, que el catolicismo fue un freno para la ciencia.
Pues bien, la revista Investigación y Ciencia, versión española de la prestigiosa Scientific American, presenta, en su sección “Libros” del número de Octubre del 2005, la crítica de 5 libros editados en relación con este tema que ponen las cosas en su sitio.
A continuación transcribo dicha crítica.
LIBROS
Revolución científica
Los jesuitas
CATHOLIC PHYSICS. JESUIT NATURAL PHILOSOPHY IN EARLY MODERN GERMANY, por Marcus Hellyer. University of Notre Dame Press; Notre Dame, 2005
THE NEW SCIENCE AND JESUIT SCIENCE: SEVENTEENTH CENTURY PERSPECTIVES. Dirigido por Mordechai Freingold. Kluwer Academic Publishers; Dordrecht, 2003.
“ERGO PERIT COELUM…” DIE SUPERNOVA DER JAHRES 1572 UND DIE ÜBERWINDUNG DER ARISTOTELISCHEN KOSMOLOGIE, por Michael Weinchenhan. Steiner Verlag; Stuttgart, 2004.
SEARCHING THE HEAVENS AND THE EARTH: THE HISTORY OF JESUIT OBSERVATORIES, por Agustín Udías.Kluwer Academic Publishers; Dordrecht, 2003.
FERDINAND VERBIEST, S. J. (1623-1688) AND THE CHINESE HEAVEN, por Noël Golvers. Leuven University Press; Lovaina, 2003.
El afianzamiento y la extensión de la Revolución Científica resultan ininteligibles si ignoramos la labor constante de la Compañía de Jesús. El interés de los jesuitas por las ciencia comenzó desde el momento de la fundación de la Orden por el español Ignacio de Loyola (1491-1556), en 1540, escasos años antes de la aparición de la tríada de tratados que marcaron el rumbo de la Scienza nuova: El de Leonhart Fuchs sobre botánica, el de Nicolás Copérnico sobre astronomía y el de Andrés Vesalio sobre anatomía.
La aportación Jesuítica se sustancia a través de varios factores, unos internos al propio desarrollo de la ciencia (Catholic Physics. Jesuit Natural Philosophy in Early Modern Germany, The New Science and Jesuit Science: Seventeenth Century Perspectives y “Ergo perit coelum…” Die Supernova der Jahres 1572 und die Überwindung der aristotelischen Kosmologie) y otros relacionados con su institucionalización, es decir, con la enseñanza (Catholic Physics) y la creación de observatorios en Occidente y Oriente (Searching the Heavens and the Earth: The History of Jesuit Observatories y Ferdinand Verbiest, S. J. (1623-1688) and the Chinese Heaven). La investigación actual, al sacar al primer plano la aportación de esa guardia pretoriana de la Iglesia, pone sordina al viejo mito de una ciencia moderna deudora del ethos calvinista.
Mérito principalísimo de la Compañía, y exclusivo en su origen, fue el estatuto asignado a la matemática en la nueva filosofía natural.
“No podemos hablar de la matemática de los siglos XVI y XVII sin que aparezca un jesuita en cada rincón”, observaba George Sarton en 1940.
En sus aulas empezó a oírse que el carácter deductivo de la matemática aplicada a la física ofrecía mayor solidez a la argumentación que las inferencias de la física aristotélica; eran demonstrationes potissimae. El aprendizaje de las matemáticas se impuso obligatorio a los jóvenes formandos jesuitas, con particular profundización por parte de los mejor dotados. De cara al exterior, los dos primeros colegios de la Compañía, el de Messina y el de Roma, constituyeron una cátedra donde no sólo se enseñaban aritmética, geometría y álgebra, sino también mathesis applicata (astronomía, mecánica, óptica, acústica, cartografía e ingeniería militar).
De ese par de cátedras, la siciliana y la romana, creadas en el ecuador del siglo XVI, se había pasado a 95 a finales del siglo XVIII, cuando Europa estaba sembrada de colegios y universidades de la Compañía: unos 625 antes de la supresión de la Orden en 1773. El caso particular de Alemania resulta paradigmático. Muchas ciudades germanas entregaron a los jesuitas la regencia de sus centros superiores, que se espejaron en el Collegio Romano, transformado en Universidad desde 1553. Aquí enseñó quien sería la figura clave del arranque de la matemática, Christopher Clavius (1537-1612)
Conocida es la participación de Clavius en la reforma del calendario promovida por el Papa Gregorio XIII en 1582. Sabido es también que Galileo buscó su apoyo. Escribió un manual sobre álgebra y comentó los libros de Euclides y el tratado Sobre la esfera de John Sacrobosco, que se convirtieron en textos canónicos sobre matemática y astronomía. En la última edición, de 1611, de su In Sphaeram Ioanis de Sacrobosco Commentarius, indicaba que, tras los nuevos descubrimientos, incluidos los de Galileo, se imponía una reforma del sistema astronómico. Contribuyó a la redacción de la Ratio studiorum de la Orden, en particular del relieve concedido a la matemática. En ese código legal, pergeñado en 1586 y elaborado definitivamente en 1599, se formalizaban el método y programas de la enseñanza jesuítica.
Christopher Grienberger (1564-1636) sucedió a Clavius en 1612 al frente de la academia de matemática del Collegio Romano. Entrado en la Orden en 1580, fue llamado en 1591 a Roma para auxiliar a Clavius. De raro talento matemático y habilidad manual, introdujo el montaje de ecuatorial del telescopio, observó los satélites de Júpiter y estableció un programa de determinación de las posiciones de las estrellas. Reacio a publicar, omitía siempre su nombre en los textos que redactaba, así como en los instrumentos ópticos y astronómicos por él diseñados y construidos (entre ellos, un telescopio heliotrópico que se montaba simultáneamente sobre dos ejes en torno a los cuales podía girar libremente siguiendo la trayectoria del Sol). El discurso sobre la Nova de 1604 que la historiografía venía atribuyendo a Odo van Maelcote, salió de su pluma.
Se encargó de la censura técnica de las obras matemáticas escritas por autores jesuitas. Solía remitir cálculos minuciosos y correcciones detalladas al autor, para que los incorporara antes de la publicación. En algún caso, como en el intento de Gregory de St. Vincent de cuadrar el círculo, Grienberger aconsejó al Prepósito general que no lo permitiera, porque sus errores dañarían la reputación de la Compañía.
Resulta interesante por demás su relación con Galileo. Se han trazado incluso paralelismos entre ambas figuras. Más generoso el jesuita, al presentar en 1612 las cartas estelares elogia las observaciones telescópicas del autor de Siderus Nuntius. Dos años más tarde, prestaba su apoyo a los principios hidráulicos de Galileo. Salió en su defensa a propósito de los montes de la Luna y le invitó a frecuentar la sede del Collegio Romano. Con Galileo, en cambio, entró en polémica el jesuita Orazio Grassi (1583-1654) a propósito de la naturaleza de los cometas.
Y discutió también con Christopher Scheiner (1573-1650), profesor, primero en la Universidad de Ingolstadt y, más tarde , en Roma. Observó y estudió las manchas solares. En 1630 Scheiner publicó su Rosa Ursina, primer estudio completo del Sol. A Scheiner le sucedió en Ingolstadt Johann B. Cysat (1588-1667), quien en 1618 observó el paso de un cometa y determinó su trayectoria y posible composición. Descubrió la Nebulosa de Orión y, en 1631, contempló el tránsito de Mercurio a través del Sol.
La historia de la ciencia suele detenerse en otros maestros del Collegio Romano. Desde 1638 hasta 1680 enseñó allí matemática Athanasius Kircher (1601-1680), famoso también por sus vastos intereses (jerogíficos egipcios, óptica y magnetismo, entre otros). En 1664 escribió Mundus subterraneus, donde especulaba sobre la naturaleza del interior de la Tierra. Abordaba el origen de los terremotos y volcanes; en su opinión, se formaban por la acción de conductos internos que vehiculaban el fuego del centro de la Tierra. Con Giuseppe Asclepi (1707-1775) y Roger Joseph Boscovic (1711-1787) podemos cerrar el ciclo de maestros del Collegio Romano.
Boscovic adoptó ya la física newtoniana. En su Philosophiae Naturalis Theoria, publicado en 1758, presentó una teoría atómica de la materia en la que los átomos constituían puntos centrales de fuerzas sin dimensiones. En la proximidad de los átomos, las fuerzas alternaban entre la atracción y la repulsión; pero, lejos de ellos, sólo operaban las fuerzas de atracción, de a cuerdo con la ley newtoniana del inverso del cuadrado de la distancia. Fue elegido miembro de la Regia Sociedad de Londres.
Nuevo Clavius fue llamado Giovanni Battista Riccioli (1598-1671), profesor en Parma y Bolonia, autor de un monumental Almagestum Novum. Más extenso que el vetus de Ptolomeo, le supera también en variedad de tmas y forma de presentarlos. El jesuita añade a las cuestiones tratados por el alejandrino en su Sintaxis la instrumentación astronómica, la óptica, la geometría matemática y la cronología. En el prólogo ofrece un resumen somero de la historia de la astronomía, desde sus orígenes bíblicos hasta los griegos, pasando por egipcios, babilonios y caldeos. Pero desde Tales es una historia de la superación de los problemas de un proceso de precisión creciente de los ciclos solares y lunares y los movimientos de los planetas. Pasa revista a los calendarios, tablas y efemérides. Y llega al cambio operado en el siglo XVI, si bien limita el alcance del De Revolutionibus copernicano a la antesala de las tablas Pruténicas.
Aborda la supernova de Tycho (“ERGO PERIT COELUM…” Die Supernova der Jahres 1572 und die Überwindung der aristotelischen Kosmologie), así llamada porque el 11 de Noviembre de 1572, Tycho Brahe descubrió en la constelación de Casiopea una nueva estrella brillante, de luminosidad pareja a la de Júpiter, y a la que consagró el libro De Nova Stella. Era una supernova del tipo Ia que brilló intensamente en el cielo hasta Marzo de 1574. En realidad Tycho no vio una estrella nueva, sino una supernova, es decir, la muerte de una estrella. (Sabido es que las supernovas de tipo Ia son explosiones extremadamente luminosas que pueden contemplarse a través de la mayor parte del universo observable. En nuestro tiempo cobran un interés particular por su determinante papel en las mediciones que revelan la expansión acelerada del universo. Se supone que constituyen los restos de enanas blancas, o restos superdensos de estrellas, que arrastraron material suficiente de una estrella compañera para precipitar una explosión termonuclear.).
La aparición de una nueva estrella visible, novum et ingens sidus, en palabras de Riccioli, así como de numerosos tránsitos en los años subsiguientes, contradecía la teoría vigente, que aunaba la observación y tradición aristotélica sobre un cosmos que se reputaba inmutable desde el momento de su creación. El mundo habría aparecido de una vez por todas, sin que hubiera una trastienda de donde pudieran ir saliendo nuevos cuerpos celestes. Ahora no sólo se trataba de discutir sobre si su presencia superaba la esfera de los planetas, o superaba sólo la esfera de la Luna, aunque permanecía en la esfera de los planetas, o si se encontraba por debajo de la esfera de la Luna. Había que conocer su composición, su naturaleza y la razón de su aparición. En cualquier caso, no podía negarse ya la mutabilidad del firmamento, en contradicción con la cosmología de Aristóteles.
Enciclopédico era también el Cursus mathematicus (1661) del jesuita Kaspar Schott. En 23 libros, comienza con un resumen de todos las ramas de la matemática. Tras exponer los principios de aritmética y geometría, derivados de los seis primeros libros de los Elementos de Euclides, pasa a la trigonometría, para introducirse luego en la astronomía elemental, astronomía teórica, astronomía práctica, astrología, cronografía (medición del tiempo), geografía, hidrografía, horografía (construcción de relojes), mecánica, estática, hidrostática, hidrotécnica (máquinas hidráulicas), óptica, catóptrica (reflexión y espejos), dióptrica (refracción y lentes), arquitectura militar, armonía o música y sinopsis de disciplinas matemáticas.
Junto con la matemática, la segunda aportación sustancial de los jesuitas a la Revolución Científica fue la absorción y difusión de una filosofía natural auxiliada por la instrumentación. En buena parte de Europa, la historia de la filosofía natural, desde la segunda mitad del siglo XVI hasta la Ilustración, fue necesariamente una historia de la filosofía natural jesuita. En sus aulas penetró el conocimiento científico emergente a extramuros de la universidad. Y lo hizo al compás del avance de la revolución. No es lo mismo la filosofía natural de Francisco de Toledo (Commentaria una cum quaestionibus in octo libros Aristotelis de physica auscultatione) y Francisco Suárez (Disputationes metaphysicae), aristotélica, que la ciencia experimental matematizada que se transmite (en las aulas de jesuitas) en vísperas de su extinción canónica (la de la Orden) (Los dos paréntesis anteriores son del profesor T. Alfaro Drake). A lo largo de ese periodo, la noción de filosofía natural no es sinónimo estricto de ciencia, pues abarca muchos capítulos especulativos que hoy consideraríamos a extramuros del concepto de ciencia.
La transición puso a prueba la de filósofos y teólogos de la Compañía que tenían que habérselas, por un lado, con la asunción y dominio de los métodos empíricos y su instrumental asociado, y, por otro, con la refriega dialéctica contra cartesianos y atomistas, para lo que tenían que librarse de una interpretación angosta del aristotelismo. Y empezar a distinguir entre lo probable y lo hipotético. Riccioli consideraba el sistema copernicano como el más simple, elegante y mejor construido, pero hipotético. El término hipotético no tenía entonces su significado actual –explicación provisional que no ha alcanzado todavía el estatuto epistemológico de teoría–, sino que se consideraba un constructo matemático al que podía recurrirse para explicar los fenómenos observados, si bien carecía de realidad física.
Los jesuitas se mostraron unánimes en establecer que el sisema de Tycho sí constituía una tesis: daba cuenta de los fenómenos observados, era conforme con la física y no atentaba contra las Escrituras. Riccioli proponía que sólo Mercurio, Venus y Marte dieran vueltas al Sol. La Tierra permanecería estable en el centro, y en torno a ella girarían la Luna y el Sol y, mucho más alejados, Júpiter y Saturno.
A la noción de cambio natural, quicio de la ciencia aristotélica, se agregó el concepto de cambio artificial, que abría la puerta a la física experimental con la introducción de las máquinas y artefactos. En particular, los relacionados con el vacío, desde la invención del tubo de mercurio de Evangelista Torricelli, si bien centrado en la bomba de aire. Aunque originada en Magdeburgo, la bomba se hizo pública en Wurzburgo con la exposición detallada de la misma por Kaspar Schott, un jesuita que había quedado fascinado por su funcionamiento, en 1657. El inventor de la bomba había sido Otto von Guericke (1602-1686), alcalde de Magdeburgo. En un principio era un ingenio muy sencillo, constituido por un receptor de latón redondo de unos treinta centímetros de diámetro, con una pequeña abertura y llave, que podía abrirse o cerrarse. La abertura comunicaba con la bomba, básicamente una jeringa gigante de las empleadas para avivar el fuego. El tubo de latón contenía un pistón y dos válvulas. Estas aseguraban que el aire no volviera al receptor, sino que fuera expelido a la atmósfera cuando se empujara el pistón. Schott no admitía que se obtuviera un vacío absoluto y prefería vincular la bomba con otros ingenios pneumáticos ideados para estudiar el aire atmosférico.
Pero en lo que la ciencia jesuítica iba a destacar por encima de la media, a lo largo de los siglos, sería en la astronomía de observación (Searching the Heavens and the Earth: The History of Jesuit Observatories). Durante los siglos XVII y XVIII la Compañía levantó observatorios astronómicos, geofísicos y meteorológicos por toda Europa.
Antes de la supresión de la Orden, el número de observatorios fundados y dirigidos, rondaban la treintena, la cuarta parte de los existentes. En muchos países los primeros observatorios se establecieron en colegios jesuitas. No sólo en Occidente. Jesuitas fueron los primeros científicos europeos en entrar en contacto con la India y China. Introdujeron allí la astronomía occidental. Dirigieron el Observatorio Imperial de Beijing desde 1644 hasta 1773 (Ferdinand Verbiest, S. J. (1623-1688) and the Chinese Heaven). Todos esos observatorios dejaron de funcionar con la supresión de la Compañía en 1773, o antes con su expulsión de Portugal (1759), Francia (1764) y España (1767). En nuestro país, el observatorio del Colegio Imperial precedió en una año al de la Armada, en San Fernando.
Mas, a diferencia de las instituciones públicas, la labor científica de la Compañía tenía un claro fin último misionero. De hecho, encontraron en la astronomía una ayuda valiosa en su tarea evangelizadora en el Extremo Oriente. Así lo reconocía Ferdinand Verbiest (1623-1688), director del Observatorio de Beijing, en su Astronomia Europaea:
“La sagrada religión hace su entrada oficial en China como una reina hermosa, apoyada en los brazos de la astronomía”.
En 1578, Alessandro Valignano, visitador de las misiones de las Indias Orientales, impulsaba una nueva estrategia de la difusión de la fe, fundada en la adaptación a la cultura local. El cristianismo no podía avanzar por la imposición, sino a través de su inserción en el tejido cultural. Matteo Ricci (1552-1610), formado en el Colegio Romano con Clavius y dotado de una personalidad arrolladora, se presentó, en 1595, vestido con indumentaria china, como profesor occidental. Tras varios años trabajando en el sur de China, llegó en 1600 a Beijing, procedente de Nanjing, donde había visitado el observatorio astronómico y admirado las esferas armilares, globos celestes, gnomones y otros instrumentos astronómicos, trabajados en bronce. Pero comprobó que los astrónomos chinos no sabían manejarlos.
En realidad, se trataba de instrumentos del siglo XIII fabricados por Kuo Shou Ching, quien vivió bajo el reinado del emperador Kublai Khan. En 1607, Ricci, que ya dominaba el idioma, con la colaboración de Hsü Kuang Chi, publicó una traducción china del primer libro de Euclides. Tradujo varios libros de Clavius y escribió varios textos sobre geometría. Levantó el primer mapamundi, ofreciendo la ubicación correcta de China en relación a otros países y las nuevas tierras descubiertas de América. A la muerte de Ricci, su obra fue proseguida por sus hermanos de religión. De modo muy particular por Ferdinand Verbiest, que llegó a Beijing en 1660 y empezó a trabajar en el laboratorio bajo la dirección de Johann Adam Schall von Bell (1592-1666).
Verbiest dirigió el observatorio durante 19 años, emprendió una intensa actividad, preparando el calendario anual, enseñando astronomía europea a los astrónomos chinos y construyendo instrumentos astronómicos en sustitución de los viejos. Escribió más de veinte libros sobre astronomía en chino. Dos de los más importantes, conocidos por sus títulos en latín, son Liber Organicus Astronomiae Europeae (1668) y Astronomia Perpetua Imperatoris Kam Hi (1683). Esta última contenía las efemérides del Sol, la Luna y los planetas, con tablas de los eclipses solares y lunares de 2000 años. Además de sus obras sobre astronomía, escribió también sendos libros sobre el termómetro y el barómetro. Bajo su dirección se construyó una esfera armilar eclíptica, apoyada sobre cuatro cabezas de dragón, una esfera armilar ecuatorial, un globo celeste, un círculo del horizonte para las mediciones del azimut, un cuadrante y un sextante. Todos esos instrumentos se descubren en su obra publicada en 1763 en chino, De Teoría, Usu et fabrica Instrumentorum Astronomicorum et Mechanicorum. El propósito de esos instrumentos, amén de su uso en observaciones astronómicas, era servir de demostración de la superioridad de la astronomía occidental.
Luis Alonso.
Como se ve, los jesuitas supusieron un impulso para la ciencia, desde sus aspectos más abstractos como las matemáticas, hasta la tecnología más practica como el diseño de bombas de vacío. Y no sólo en los siglos XVI, XVII y XVIII brillaron, ni tampoco fueron sólo los jesuitas, ni brillaron sólo en las ciencias de la naturaleza. En épocas actuales, yo he asistido a conferencias del P. Dou, ilustre matemático, a las que acudían a escucharle muchos catedráticos y profesores universitarios de esa disciplina, he tenido la suerte de tener como profesor al P. Martín Artajo, inventor de un motor de explosión rotativo, antecesor del Wankel, que, si no ha tenido éxito comercial, ha sido por los interesas creados de la industria automovilística en los motores de pistones. Conozco al P. Carreiras, astrónomo de primera línea, que ha desarrollado su carrera en Estados Unidos y que ha inventado aparatos de observación astronómica que se usan hoy en día en todo el mundo. Entre los no jesuitas, o en otras ramas de la ciencia puedo citar, a bote pronto, al P. Georges Lemaître (1894-1966), sacerdote secular y padre de la teoría de la expansión del universo, que dio paso al Big Bang, al agustino Gregor Mendel (1822-1884), padre de la genética, al benedictino Dom Pierre Perignon (1639-1715), inventor del champagne o al franciscano Lucca Pazzoli, que ideó la contabilidad por partida doble, convirtiendo a los comerciantes y banqueros italianos en los líderes de Europa
A la vista de todo esto, atribuir a la Iglesia el carácter de retardataria del progreso científico, parece un simple despropósito. Más bien parece que los cuarenta y un años (1773-1814) de supresión de los jesuitas, más los de las dificultades de la reorganización, supusieron un claro frenazo en el desarrollo científico de los países católicos, en los que más firmemente estaban implantados.
(los comentarios en cursiva son de T. Alfaro Drake)
El globo cometario de Vincenzo Coronelli (Extractos)
Por Wilhelm Seggewis
Investigación y Ciencia Marzo 2006
La ciudad alemana de Tréveris (Trier, en el estado de Renania-Palatinado) posee una magnífica pareja de globos, uno terrestre y otro celeste, expuestos en una sala de su Biblioteca Municipal. El diámetro de ambos globos es de 108 cm.; la altura total, con sus pedestales, monturas y anillos con las escalas, llega casi a los dos metros. El creador de estos globos fue un franciscano de Venecia, Vincenzo Coronelli.
La agitada vida de su constructor
De orígenes modestos, Vincenzo Coronelli (1650-1718) ingresó a los quince años en la Orden de los Hermanos Menores en Venecia, su ciudad natal. Con dieciséis publicaba su primera obra, el Calendario perpetuo sacro-profano. Estudió en Roma y allí obtuvo el grado de doctor en teología. En 1678 se dirigió a Parma, donde construyó para el duque Farnesio una pareja de globos, hoy en día por desgracia desaparecida, también uno terrestre y otro celeste.
El cardenal César D’Estrées, canciller de la corte francesa, quedó tan impresionado al verlos que llamó a Coronelli a Versalles para que construyese allí otros dos para el Rey Sol, Luis XIV. Tres años tardó en crear un par de globos descomunales, de casi 4 metros de diámetro. Podía entrarse en su interior, donde cabían hasta 30 personas; en el celeste, habrían podido contemplar el cielo casi como si de un planetario se tratase. Nunca se los expondría en Versalles, sino en otra residencia real, la de Marly. Tras diversos avatares estuvieron almacenados durante veintitantos años, salvo exposiciones esporádicas, en la Ciudad de la Ciencia de la Villette, en París; Ahora se encuentran en la biblioteca Georges Pompidou, también en París.
Tras este éxito, comenzó para Vincenzo una incansable vida de geógrafo, astrónomo, editor e ingeniero. Recorrió Europa varias veces y se mantuvo en estrecho contacto con los príncipes y los científicos más importantes de su tiempo: Leopoldo I y Carlos VI en Viena, Guillermo III en Londres y el Bey de Túnez, a quien debió regalar globos a cambio de que liberase a unos esclavos. En 1696, se relacionó con el Príncipe Elector de Tréveris, el obispo Juan Hugo de Orsbeck.
Coronelli fue nombrado cosmógrafo de Venecia, donde desempeñó múltiples cometidos. Allí dio a grabar y a publicar un atlas de grandes dimensiones, el Atlante veneto, con el material geográfico que había recogido a lo largo de sus viajes. En 1684 fundó la primera sociedad geográfica de alcance internacional, la Accademia geografica degli Argonauti. Además, editó una enciclopedia monumental, la Biblioteca universale sacro-profana.
Sólo vieron la luz siete de los cincuenta volúmenes planeados; bastó para que Coronelli se erigiera en modelo de los enciclopedistas franceses. También construyó máquinas hidráulicas y se especializó en la regulación de cuces fluviales y la construcción de canales. El emperador Carlos VI le llamó a Viena en 1717 en el marco del plan de canalización del Danubio. Sin embargo, Coronelli, que murió en 1718, no pudo llevar a cabo sus proyectos para el territorio danubiano.
Pero, por encima de todo, Vincenzo Coronelli era constructor de globos. Expuso los fundamentos del arte en Epitome cosmografica o compendiosa introdutione all’a astronomía, geografia & idrografia, obra de unas 500 páginas dedicadas al emperador Leopoldo I. Esta combinación grandiosa constituía una introducción a la astronomía y a la geografía, amén de manual de referencia de ambas ciencias y guía para la construcción de globos. Se reedito varias veces, corregida. Coronelli produjo además cinco series de globos de distintas dimensiones: desde las 2 pulgadas de diámetro (tan sólo 5 cm.) a 3 pulgadas y un tercio (8.5 cm.), 6 pulgadas (15 cm.), 1 pie y medio (48 cm.) y 3 pies y medio (aproximadamente 108 cm). Confió la distribución a representantes de distintas partes de Europa. En alemania su agente fue Matteo Alberti (1646-1737), aristócrata veneciano establecido en Düsseldorf, donde ejercía también como arquitecto de Juan Guillermo, Príncipe Elector del Palatinado y duque de Jülich y Berg (1658-1716).
El artículo continúa con una prolija descripción de los globos de Tréveris, de la que cabe reseñar algunas cuestiones importantes:
-Coronelli recoge en su globo 19 constelaciones del hemisferio sur, desconocidas hasta unos años antes:
-En esa época empezaba a conocerse el hemisferio sur celeste. Coronelli bebió de las relaciones del navegante holandés Frederik Houtman (1571-1627) y del joven Edmond Halley (1656-1742).
-Pero quizá lo más importante sea la contribución de Coronelli al descubrimiento de Halley de que los cometas tenían órbitas elípticas, en vez de hiperbólicas o parabólicas, y pertenecían, por tanto, al sistema solar.
El cometa Halley figura tres veces. La primera corresponde a las observaciones de Pedro Apiano (1495-1552) del año 1531. […] A continuación están las observaciones de Kepler de septiembre de 1607. […] Finalmente se representa la aparición del cometa en 1682 conforme a las observaciones de Ciampini. […]
Pero la trayectoria más espectacular de las que aparecen en el globo es la del cometa de 1680-81 (No es el Halley, que aparecería un año más tarde), que adquirió especial protagonismo cuando Georg Samuel Dörfel (1643-1688) le calculó una trayectoria parabólica; 25 años después, Edmond Halley (1656-1742) descubría la trayectoria elíptica de “su” cometa y encuadraba a los cometas en el sistema solar.
Según la ley de la gravitación universal que Newton publicó en 1687 en sus Philosophia Naturalis Principia Matemática, un cuerpo que viniese del espacio exterior, pasase alrededor del sol y volviese a escapar, tendría una trayectoria hiperbólica. Eso se creía de los cometas. Por eso no se identificaban como el mismo cometa las sucesivas apariciones de uno. Georg Samuel Dörfel, calculó una órbita parabólica. Pero esta es la trayectoria de una bala de cañón sobre una tierra plana, cosa casi exactamente cierta para el alcance de una bala de cañón. Por lo tanto esta trayectoria sumió a los astrónomos en el desconcierto. Entonces Halley calculó la trayectoria de “su” cometa y vio que era elíptica. Esta es la trayectoria de un astro que gira alrededor del Sol, como los planetas. Pero la de los planetas es casi circular (sólo en un caso extrañísimo sería exactamente circular), mientras que la del cometa era muy excéntrica, lo que indicaba que venía de muy lejos del Sol, pasaba cerca y volvía a alejarse para volver a “caer” hacia el Sol periódicamente. Halley calculó la trayectoria elíptica y el periodo de la órbita. De ahí dedujo todas las anteriores apariciones del mismo cometa, al que se llamó Halley en su honor. ¿Cuántos años se hubiera retrasado este halazgo sin Coronelli? Pero hay más:
El 1 de Febrero de 2002, Kaoru Ikeya, de Japón y Daking Zhang de China, descubrieron en la constelación de la ballena, (Cetus) un cometa que pronto se convertiría en la aparición celeste más espectacular desde el cometa Hale-Bopp en 1997. La trayectoria de su “C 2002 C1” […]. Distintos cálculos condujeron a un periodo de revolución de 340 años y con ello al cometa 1661 C1, a los bibliotecarios de Tréveris y a su globo celeste.
En el globo de Coronelli el cometa estaba situado en la constelación de Pegaso […] del 3 de febrero al 28 de marzo. Coincide exactamente con las fechas entre las cuales el comerciante y regidor de Danzing, Johanes Helvelius (1611-1687) siguió al cometa, determinó su posición y dibujó los cambios que iba experimentando la cola […] Edmond Halley, y luego, en 1785, P.F.A. Méchain sólo pudieron ajustar los datos de que disponían a una trayectoria parabólica. No bastaban los viejos valores para la determinación de una trayectoria elíptica. […] Pero con los nuevos valores se determinó la trayectoria elíptica y el valor del periodo de 340 años que se ha dicho antes.
Así pues, Coronelli, otro franciscano con una importante aportación a la ciencia. (N. de T. Alfaro Drake)
Sección “Libros” Investigación y Ciencia Marzo 2006:
GALILEO GALILEI. LE MECANICHE. Edizione critica e saggio introduttivo di Romano Gatto. Leo S. Olschki Editore; Florencia, 2002.
DOMINGO DE SOTO AND THE EARLY GALILEO, por William A. Wallace. Ashgate; Aldeshot 2004.
THE RECEPTION OF THE GALILEAN SCIENCIE OF MOTION IN SEVENTEENTH CENTURY EUROPE. Dirigido por Carla Rita Palmerino y J.M.M.H. Thijssen. Kluwer Academic Publishers; Dordrecht, 2004.
RETRYING GALILEO, 1633-1992, POR Maurice A. Finocchiaro. University of California Press. Berkeley/Los Ángeles, 2005.
[…]
en puridad histórica, la ley de Galileo sobre el movimiento de caída libre, que establece que el espacio recorrido por un cuerpo descendente es proporcional al cuadrado del tiempo invertido en ese camino y constituye una de las primeras leyes matemáticas empíricamente verificables de la naturaleza, no encontró ni inmediata ni universal aprobación.
Aunque publicada en 1638, esa ley del movimiento aparece ya en los manuscritos galileanos fechados en un momento inmediatamente posterior a 1604. Pero la había establecido decenios antes Domingo de Soto (Domingo de Soto and the early Galileo). ¿La tomó Galileo de este fraile dominico español? ¿Y quien era Soto? Nacido en Segovia en 1494, empezó su formación filosófica en la Universidad de Alcalá. Tras obtener el título de bachiller en 1516, se trasladó al colegio parisiense de Santa Bárbara, donde bajo la tutoría de Juan de Celaya, se familiarizó con la física terminista allí en boga. En París se relacionó con John Major, nominalista, y con Francisco de Vitoria, tomista. Volvió a Alcalá en 1519, en cuyo colegio de San Ildefonso, enseñó filosofía hasta 1524, cuando decidió ingresar en la Orden de Predicadores (Dominicos).
Soto estableció que el movimiento de caída libre era un movimiento uniformiter difformis (uniformemente acelerado) con respecto al tiempo en 1551, en sus cuestiones disciplinares sobre el libro séptimo de los Físicos de Aristóteles. Semejante introducción, de soslayo y de forma imprevisible, entraña lo que Alexander Koyré denominó el “enigma de Domingo de Soto”, convenientemente descifrado por William A. Wallace en numerosos trabajos. Hasta entonces, la expresión se reservaba para designar constructos lógicos, sin referencia con el mundo físico; se empleaba también para aludir a una doble “deformidad” o falta de uniformidad, a saber, respecto al espacio y respecto al tiempo. Wallace ha buceado en la posibilidad de que Soto hubiera sometido a contrastación experimental su hallazgo pionero.
[…]
A diferencia de Descartes, quien, acabamos de decirlo, consideraba la teoría de la teoría galileana del movimiento una abstracción matemática, sin correlación directa con el comportamiento real de los cuerpos, Pierre Gassendi (sacerdote diocesano francés, 1592-1655) no cuestionó nunca la validez de esta teoría. Más aún, se empeñó en dar una explicación causal de la gravedad.
En Octubre de 1640, abandona el puerto de Marsella en un trirreme para realizar, en mar abierto, un experimento que Galileo había descrito, sin llevarlo a la práctica, en el Dialogo supra i due massimi sistemi. Gassendi confirmaba la hipótesis: una bola caída desde la cabeza del mástil de una embarcación aterrizaba exactamente en el pie del mástil. En la leyenda tejida alrededor del mito Galileo , este experimento se le atribuye a él, lo mismo que el de lanzar una bola de hierro y otra de madera desde la torre de Pisa para comprobar que ambas caían al mismo tiempo.
No realizó ninguna de las dos. El del mástil del barco lo llevó a cabo un sacerdote francés que creía en Galileo más que Descartes, el padre del racionalismo. Se trataba de una observación preñada de importantes implicaciones, porque refutaba uno de los principales argumentos contra el movimiento diurno de la Tierra. Los partidarios de la cosmología de Ptolomeo y los de Tycho Brahe proponían que la bola caería sobre la cubierta a cierta distancia del mástil; por tanto, en una Tierra en rotación un objeto caído desde lo alto de una torre no daría en la base de ésta.
Gassendi expuso su visión del pensamiento de Galileo en unas cartas publicadas en latín entre 1642 y 1646. Una de las principales novedades introducidas en sus Epistolae era la identifiación con la gravedad con la fuerza de la tierra, la vis attrahens. Ese reconocimiento de la naturaleza externa de la gravedad le permitió introducir, en las Epistolae de motu impresso a motore translato (1642), un enunciado correcto del principio de inercia rectilínea, una tesis hoy muy controvertida. En las Epistolae de proportione qua gravia decidenta accelerantur (1646), aporta la explicación física y el análisis matemático de las Epistolae de motu. Gassendi influyó en Thomas Hobbes, quien, en De corpore (1655), defiende una versión modificada de la tesis del movimiento de caída libre por atracción terrestre.
La Utopía y el Idealismo, enemigos del Orden Natural y de la Tradición
diciembre 26, 2010 in Política | Tags: aborto, alianza de civilizaciones, América Hispana, americanismo, anarquismo, animalismo, Antiguo Régimen, apologética, arraigo, asociales, autarquía, autogestión, batallitas, bienestar, capricho autoritario, Cataluña, católicos liberales, centralismo, Ciudad de Dios, Civitas Christiana, Civitas Dei, comunidad, comunidades, conservadurismo, constitución, contrahechos, Contrarrevolución, cooperativismo, corporativismo, crisis económica, Cristiandad, Cristo Rey, democracia, depuraciones, derechos polisexuales, Dios, doctrina social de la Iglesia, Edad Media, el brigante, el Matiner Carlí, Españas, Estado, estatismo, etnia, eugenesia luciferina, Euscalerria, experiencia, falsos ideales utópicos, familia, fascismo, federalismo, feminismo, filantropía, filántropo, folclore, folklore, fueros, globalización, gobierno, gremios, guildas, Hispanoamérica, idealismo, idealismo romántico, ideología, ideologizar, idioma, ignorancia, indignación utópica, ineptos, insatisfecho peligroso, La Ciudad de Dios, la Utopía, las Españas, legitimismo, Ley Natural, liberal, liberalismo, libertades, libertarios, lunáticos, Madiran, marginales, masacre, masónico, matanza, meretrices, mitos, modernidad, monarquía, moral normal, mundialismo, mundo nuevo, municipios, nación, nacionalismo, naturalismo, no-nacidos, obediencia moral, ofendidos imaginarios, oligarquía, orden natural, orografía, patria, perversiones, pervertidos, plutocracia, PNV, progresismo, PSOE, purgas, racionalismo, raza, Régimen de Cristiandad, realidad, reformar el mundo, regalo de Reyes, religión, revolucionarios, Rey, romanticismo, saludismo, sangre, Santa Tradición, sentido común, sentimentalismo, separatismo, Sistema Tradicional, soberbia, socialismo, sociedad, subsidiariedad, tetralema, tibieza, totalitarismo, Tradición Católica, Tradicionalismo, utópico, utopía, vaciamiento del alma, Vascongadas, vida humana, violencia de género | 4 comentarios
Como regalo de Reyes, transcribimos para nuestros lectores un par de breves y excelentes artículos de utopía e idealismo. El primero de ellos lo tomamos de El brigante, blog que se distingue especialmente por su honradez intelectual en la exposición de lo que es un católico, una cosa hoy poco conocida. El artículo se titula La utopía odia el orden natural y odia la vida humana y muestra cómo el activismo del católico no puede limitarse exclusivamente a «batallitas» como la defensa de los no-nacidos o el derecho de un niño huérfano a no ser adoptado por una pareja de pervertidos del mismo sexo. También aclara perfectamente cómo todos los innovadores y revolucionarios, sean de la ideología que sean, odian el orden natural y pretenden siempre transformar el mundo en base a sus espejismos y utopías mentales. Es evidente que los utópicos odian la creación y su orden natural y por eso están siempre intentando hacer la realidad a su medida, desmantelar la sociedad y reescribir la historia para autojustificar sus locuras y sus crímenes. Simplificando, podemos dividir en dos grupos los utópicos: unos son los que proceden del mal llamado «racionalismo» y otros son los que reaccionan equivocadamente frente al «racionalismo» con el romanticismo, tan utópico como el mal llamado «racionalismo», y crean una historia a base de mitos del pasado y de la naturaleza a los cuales exaltar; por eso, el segundo artículo que transcribimos está tomado del interesantísimo blog El Matiner Carlí. y se titula El Romanticismo vehículo de destrucción de la Tradición. Su finalidad es la diferenciación entre romanticismo y tradicionalismo, este último auténtica reacción de la sociedad viva y no de la exaltación de uno o varios mitos como el primero. Nos hemos limitado a hacer algunas modificaciones tipográficas y de resaltado, y añadir algunas imágenes. Que disfruten estos dos excelentes artículos. Mendo Crisóstomo
La utopía odia el orden natural y odia la vida humana
La utopía, en todas sus formas y variantes, es siempre enemiga de la vida moral humana y, al final, hasta de la mera vida humana, a secas. El utópico es el insatisfecho peligroso que, so capa de reformar el mundo, lucubra deducciones infinitas sin nexo alguno con la realidad y la experiencia. ¿Que la verdad, la naturaleza y la inducción más elementales nos señalan la dirección contraria? Peor para todas ellas. La violencia y la saña a la que pueden llegar los filántropos no conoce igual en los anales de la delincuencia común. Acostumbran estos benefactores de la humanidad a dejar tras de sí un reguero de sangre, espeso como su soberbia.
La bestia negra de los utópicos es el “sentido común”. Hace ya mucho tiempo que los utópicos más delirantes están al timón de nuestros gobiernos. Pero, piénsese que la clase dirigente de las revoluciones y de los regímenes utópicos está formada por los “ofendidos” imaginarios, por marginales y asociales, incapaces de ceñirse a la regla común de la obediencia moral. No es infrecuente que en tiempos de revolución sean los pervertidos, los lunáticos, los ineptos, las meretrices o los contrahechos los que vean en esos falsos ideales utópicos la ocasión -que creían definitivamente perdida- de redimirse socialmente. Y así las depuraciones más feroces las dirigen los incapaces más palmarios, encendidos por un celo febril.
Y así, también, las ideologías más odiosas ofrecen la oportunidad al cornudo y al tímido patológico de convertir su rencor en motor de una catarsis social diabólica. Sea el feminismo, la alianza de civilizaciones, la eugenesia luciferina, los derechos polisexuales, el animalismo o la llamada violencia de género, nos ofrecen el espectáculo de la iracundia cuasi sagrada aureolando los rostros más ramplones, marcados por la frustración, pero que parecen elevarse hasta el séptimo cielo de la indignación utópica mientras pontifican desde su ignorancia.
Pero guardémonos de menospreciar a esta morralla, pues de esa sentina surgen las levas que están acabando con los últimos vestigios de la vida tradicional, racional y conforme a la naturaleza. Bueno, de ahí y de la tibia connivencia de los católicos liberales, siempre tan preocupados por dar la perfecta inclinación cervical ante el poder constituido, venga de donde venga. La furia utópica no descansa y, lo que es peor, cada vez encuentra menos resistencia para alcanzar sus objetivos de refundar la realidad al margen de la ley natural. Disipemos rápidamente el conjuro brujeril de quienes piensan obrar conforme a su deber humano y cristiano desgañitándose para defender como última Thule moral la oposición al aborto provocado y a lo que vagamente denominan “familia” (incluyendo una relativa libertad de iniciativa educativa y el matrimonio). No es que esos bastiones no formen parte irrenunciable de la ley natural, en cuya defensa, por cierto, cabe un mayor recurso a la fuerza del que se estaría dispuesto a admitir desde esa trinchera (la violencia es mala, venga de donde venga, nos amonestarían, repudiándonos). El problema es que la moralidad natural es un todo coherente e irrenunciable en sí mismo. No sólo en sus expresiones normativas (haz esto y evita aquello), sino, y esto se olvida frecuentemente, en sus condiciones de ejecución. La exigencia de la moral natural –la moral normal en el sentido natural– ni se ciñe a esos dos ejes de “familia” y “vida” (ni menos al esquelético mínimum con que se presentan), ni se limita a las obligaciones mismas, sino que abarca todas las condiciones previas que permitan ese cumplimiento. Ése es el fundamento de la doctrina política católica y no ningún capricho autoritario. No se trata de confundirse sobre la viabilidad social de estos reclamos. Hace demasiado tiempo que cruzamos todos los límites y toda futura y eventual reconstrucción, salvo milagro, será dolorosa, dura, combatida y lenta. Se trata de no confundirse sobre la naturaleza de nuestra moralidad ni sobre el alcance de nuestra doctrina. Como diría Madiran, se impone un gran esfuerzo de clarificación. Antes de nada. El Brigante
EL ROMANTICISMO VEHÍCULO DE DESTRUCCIÓN DE LA TRADICIÓN
Tengamos mucho cuidado en la no generación de “Tradicionalismos románticos”. La Fe católica asimilada y vivida debe ser siempre la norma de nuestro actuar personal y político.
Tradición Católica Contra el Capitalismo (III)
May 5, 2010 in Política | Tags: Adam Smith, americanismo, anarquismo, Antiguo Régimen, avaricia, Bastiat, calvinismo, capitalismo, comunismo, Concilio Vaticano II, cooperativas, cooperativismo, COPE, corporativismo, crisis económica, Cristo Rey, David Ricardo, demagogia, distributismo, doctrina social de la Iglesia, Edad Media, Encíclicas Pontificias, escuela fisiocrática, espíritu protestante, explotación, familia, fascismo, función social de la propiedad, Ginés Martínez Rubio, globalización, gremios, Hilaire Belloc, ideologías, industria, justicia social, La Crisis de nuestra civilización, La Reconquista, las Españas, leyendas negras de la Iglesia, liberalismo, libertad económica, libertad luciferina, marxismo, Modernismo, multiculturalismo, mundialismo, nacionalismo, Novus Ordo Missae, proletariado, puritanismo, Régimen de Cristiandad, Reinado Social de Cristo, religión, Revolución Francesa, Santa Tradición, socialismo, sociedad, subsidiariedad, Teología de la Liberación, Tradición Católica, Tradicionalismo | 5 comentarios
LA TRADICIÓN CATÓLICA: ÚNICA SOLUCIÓN CONTRA EL CAPITALISMO (III)
[Continuación de Tradición Católica contra el Capitalismo (II) ]
El que es tan débil y cobarde que no sabe vencerse a sí mismo, tampoco podrá vencer verdaderamente nunca a sus enemigos de fuera. Eso es lo que le sucede a los que viven con el cerebro lavado por su ideología.
Porque la gente vive hoy engañada por ideologías que, como su propio nombre indica, se basan simple y llanamente en el intento de aplicar utópicos “VALORES” de cuya eficacia no se tiene constancia alguna, por no tratarse de conclusiones extraídas del funcionamiento de la sociedad, sino de divagaciones mentales, es decir: simples IDEAS.
Decir “ideología” y decir “pájaros en la cabeza” son una sola y la misma cosa:
inventos del sistema para mantener ocupada a gente mentalmente débil y distraer a los tontos y a los inútiles.
Todas ellas son hijas de la Revolución, todas, por tanto, trampas del Sistema. Sus luchas no son sino luchas intestinas entre facciones del mismo ejército cuyo único enemigo a la hora de la verdad es la Tradición; dicho de otro modo: se trata de la Revolución y sus ideologías combatiendo primero entre sí, y después contra la Tradición y la realidad.
Cuando los dirigentes revolucionarios y líderes ideológicos, diligentes corruptores de la sociedad, han conseguido engañar a masas de gente fomentando odios y pasiones personales y defendiendo vicios particulares, es cuando consiguen la adhesión a sus partidos políticos o “colectivos”, que no son más que invenciones antinaturales que no conducen sino a la liquidación de toda posible esperanza de justicia y de equidad.
Respecto a cómo esos engaños, enemigos de toda verdadera justicia social y sembradores del odio entre los cuerpos sociales, han llegado a atrapar con sus redes a numerosos obreros y otros trabajadores fundamentándose en el abominable veneno de las ideologías, da buena cuenta aquel semanario tradicionalista español llamado “La Reconquista”(4 de abril de 1872. Págs. 217-218):
“El obrero de la fábrica, verdadero esclavo convertido por el liberalismo en una máquina, buena sólo para producir, pero indigna de todo cuidado moral; ese obrero a quien se encierra en una especie de lóbrega cueva, donde ni penetra apenas la luz del sol, ni el aire de los campos; ese obrero a quien no se le deja ni tiempo para pensar en Dios, ni descanso par que repose en el seno de su familia y dirija una mirada a sus hijos; ese obrero que al salir de su prisión llevando aún los pulmones llenos de
nauseabunda atmósfera de la fábrica, y los ojos fatigados por la luz artificial, y los oídos estremeciéndose todavía con el atronador y monótono chirrido de las máquinas, se encuentra en medio del alegre bullicio de una gran ciudad y ve pasar a su lado un sibarita cuya fortuna sabe que está formada con bienes que arrebató a la Iglesia o que ganó en el juego de la política, el más inmoral de todos los juegos; ese obrero que al volver a su casa, si por acaso es tan venturoso que la tiene, ve por todas partes el refinamiento de una civilización sensual y materialista; ve palacios suntuosos en las calles, manjares delicadísimos en las fondas, molicie y afeminación en todas partes; ese obrero a quien le han enseñado que el clero es su enemigo y la Iglesia su verdugo arrancándole así el sentimiento de la religión, único asilo de paz y dulce sosiego en donde podía encontrar inagotables consuelos y fortaleza inextinguible, ese obrero escucha una voz que le promete hacerle dueño de toda esa riqueza material, única riqueza que él conoce y que ve una mano que le señala como suyos todos esos brutales goces del cuerpo, únicos goces a que le han enseñado a aspirar, ¿cómo no ha de abrir sus oídos a esa voz, y cómo no ha de estrechar con febril afán esa mano?”
Esa mano que le señala tales goces vacíos es la mano de todos esos demagogos que se aprovechan de los sectores más humildes de la sociedad, sembrando en ellos la discordia y la adhesión a corruptoras ideologías, animalizadoras del hombre y destinadas a robar su auténtica libertad en pro de «Un Mundo Nuevo y Unido», edificado en base a la Revolución.
Pues bien, desde el Concilio Vaticano II es patente que tenemos dentro de las estructuras de la Iglesia a toda esa canalla:
-Unos pocos herejes que defienden la Teología de la Liberación, que no es otra cosa que un anticristiano socialismo disfrazado. Éste confunde la Justicia Social inherente a todo católico y se halla inficionado de un materialismo anticatólico demagogo, propio de los marxistas y pretende eliminar todo lo sacro y tradicional.
Tales individuos quieren construir la casa por el tejado, olvidando que la Justicia Social sólo puede imperar allá donde impere el Reinado Social de Cristo.
-Unos pocos herejes hipócritas que defienden el Capitalismo ¡e incluso lo intentan hacer ver como católico!, pretendiendo eliminar a Cristo de la Soberanía Social con un fariseísmo flagrante, con misas que son falsas (Novus Ordo Missae), pero a veces estéticamente adornadas; de tales individuos hace su bandera, por ejemplo, la famosa COPE.
Destronan a Cristo de la sociedad y lo quieren reducir a unas cuantas prácticas de piedad para ancianas.
-Finalmente, tenemos a la gran masa de católicos, que no se entera de nada.
No se han enterado ni de que llevamos con una “Misa” protestante desde hace más de 40 años. No se han enterado de que el Concilio Vaticano II es gravemente herético y supone la Revolución Francesa dentro de la Iglesia.
No se han enterado de que la caridad no consiste tan sólo en darle unos céntimos al vagabundo que mendiga a la puerta de la iglesia.
Por último, al margen de todo esto estamos los tradicionalistas. Los que confesamos que no puede haber concordia entre Cristo y el príncipe de este mundo.
Los que no añadimos nada nuevo fruto de nuestras «ideas» a la Tradición Católica de siempre.
Los verdaderos católicos y no los pietistas que quieren recluir a Cristo a la vida privada.
Los que deseamos una justicia social verdadera y estamos hartos de la demagogia.
Los que pretendemos recristianizar la sociedad y entronizar de nuevo al Divino Redentor en el centro de la vida social.
Los que no nos creemos las leyendas anti-Cristiandad que el enemigo ha sembrado como cizaña para esclavizarnos encuadrándonos en sus partidos políticos que sólo buscan el enriquecimiento y/o el poder para unos pocos.
Porque, como explicó en más de una ocasión el diputado obrero tradicionalista Ginés Martínez Rubio:
“la verdadera emancipación del proletariado no puede estar más que en el cumplimiento de las Encíclicas pontificias, en la restauración de nuestros antiguos gremios; en el aniquilamiento, en fin, de los principios liberales, que si en lo político están absolutamente desacreditados después de llevar a la ruina al mundo, en lo económico han sido la bancarrota de la sociedad.”
Y esto en momentos como los actuales se ha vuelto más evidente que nunca.
Por consiguiente, la única solución posible a todos y cada uno de los problemas de injusticias sociales consiste en desmontar la Revolución, pues el Capitalismo no es sino obra de ésta, al haber acaparado la propiedad y los medios de producción, desligándolos de su función social y utilizándolos como herramientas para la lucha salvaje y despiadada de unos individuos contra otros.
En suma, la forma de que cada uno obtenga lo que merece y la Propiedad y el Trabajo vuelvan a ser instrumentos al servicio de la concordia social y del verdadero bienestar, es quela economía vuelva a estar sometida a la moral, único medio infalible para acabar con toda crisis económica.
¿Cómo acabar ya mismo con la explotación y hacer que la economía esté sometida a la moral? Nos lo explica en parte también el diputado obrero Don Ginés Martín Rubio (La cuestión social, pág. 29), pero con medidas concretas, no con divagaciones, ni tampoco con ideología o palabrería vana:
“En virtud de ello, el ponente que suscribe propone que se adapte como medio de llegar a la concepción cristiana del Trabajo y de la Propiedad, para con ello evitar la explotación del hombre por el hombre, base de la concepción liberal de la economía y en su puesto crear:
a) En la pequeña industria, cooperativas gremiales de artesanía, acogidas a lo que determina el Fuero del Trabajo en su declaración cuarta, y la Ley vigente de Cooperativas.
b) En la mediana y gran industria, se puede emplear la cooperativa de producción, que en sí funcionaría como la actual sociedad anónima, es decir, perfectamente viable sin perjuicio económico de tercero, ya que a los productores o propietarios que quieran seguir explotando negocios particulares, nadie se lo impide, acogidos a la vigente concepción sindical del trabajo.”
Pues, ¿qué? las crisis económicas y los enfrentamientos sociales se evitan muy fácilmente: desde el momento en que son suprimidas las ideologías y los colectivos y partidos políticos a ellas ligadas, que sólo sirven para ensalzar los vicios y lacras particulares y para crear discordia, desunión y descontento social.
Se soluciona todo en cuanto sean restaurados los gremios sociales naturales y les sea devuelta su legítima potestad secular sometida a los principios de la Tradición.
Se solucionará, en fin, en cuanto se restaure el Reinado Social de Cristo y la sociedad se sustente en los principios que de verdad funcionaron, que se basan no en la avaricia sino en la Caridad, en ese amor misericordioso que durante siglos rigió la Cristiandad. Como sintetiza Hilaire Belloc («La crisis de.nuestra civilización», pags. 154 y 155):
“El Capitalismo constituye una calamidad no porque defienda el derecho legal a la propiedad sino porque representa, por su propia naturaleza, el empleo de ese derecho legal para beneficio de unos pocos privilegiados contra un número mucho mayor de hombres que, aunque libres y ciudadanos en igualdad de condiciones, carecen de toda base económica propia.
Por lo tanto, la calamidad básica que de una manera drástica llamamos capitalismo, debiera, con más precisión llamarse «Proletarianismo», dado que las características del mal estado de la sociedad que hoy llamamos «Capitalismo» no consisten en el hecho de que unos pocos tengan propiedades sino en el hecho de que la mayoría, aún cuando desde el punto de vista político sean iguales a sus amos y libres para ejercer todas las funciones inherentes a un ciudadano, no pueden disfrutar la libertad económica completa. […] La presencia de un proletariado tan amplio es la que imparte el tono a todo el conjunto de la sociedad y lo que hace que ella sea una Sociedad Capitalista».
Como deja claro Belloc, no puede haber verdadera «libertad económica» mientras haya individuos que no gocen de ella, pues la libertad, para ser verdadera libertad y no libertinaje, debe someterse a la moral, tanto en el plano económico como en todos los demás.
En cambio, la noción liberal de «libertad económica» que trajo la Revolución Liberal al engendrar el Capitalismo, no es más que un concepto luciferino de libertad; es decir, la licencia de unos pocos para el robo y explotación despiadados.
Régimen Tradicional: La Doctrina de Jesucristo reinando en la sociedad
noviembre 29, 2009 in Política, Verdad Histórica | Tags: absolutismo, americanismo, anarquismo, Antiguo Régimen, apologética, Aristóteles, autarquía, autogestión, bienestar, centralismo, Ciudad de Dios, Civitas Christiana, Civitas Dei, constitución, Contrarrevolución, cooperativismo, corporativismo, crisis económica, Cristiandad, Cristo Rey, democracia, distributismo, división de poderes, doctrina social de la Iglesia, Edad Media, ejecutivo, Españas, Estado, estatalismo, estatismo, explotación, fascismo, federalismo, fuentes del derecho, fueros, función social de la propiedad, globalización, Gran Leviatán, gremios, guildas, ideología, ideologizar, Isócrates, judicial, Kropotkin, La Ciudad de Dios, las Españas, legislativo, legitimismo, leyendas negras de la Iglesia, liberalismo, Marx, marxismo, Mendo Crsóstomo, monarquía, mundialismo, municipios, nacionalismo, oligarquía, orden natural, Padres de la Iglesia, pan y circo, plutocracia, Régimen de Cristiandad, romanticismo, San Agustín de Hipona, Santa Tradición, Santo Tomás de Aquino, segunda escolástica, separatismo, Sistema Tradicional, soberanía política, soberanía social, socialismo, sociedad, solutus legibus, Suárez, subsidiariedad, totalitarismo, Tradición Católica, Tradicionalismo, utopía, Ysidor Mardochai Levy | 4 comentarios
EL RÉGIMEN POLÍTICO-SOCIAL DE LA LIBERTAD Y DE LA JUSTICIA: EL RÉGIMEN DE CRISTIANDAD
Por Mendo Crisóstomo
Nunca el ser humano gozó de tanta libertad y bienestar efectivos como durante el Régimen de Cristiandad; incluso el importante teórico anarquista Kropotkin (1), que nada tenía de católico, no tuvo más remedio que afirmar tajantemente que cuanto más investigaba, más claro le quedaba que el trabajador y el artesano jamás habían tenido iguales niveles de dicha y bienestar que los que tuvieron en la Civitas Christiana.
¿Dónde tiene su origen tal régimen de Cristiandad? En la aplicación práctica de unos principios basados en la observación natural de la realidad por parte de teóricos como Isócrates o Aristóteles y perfeccionados por la doctrina cristiana gracias la labor de sistematización operada por los Padres de la Iglesia, que, continuando la labor de los Apóstoles, buscan construir lo que llama San Agustín Civitas Dei (“la Ciudad de Dios”).
Éstos liman algunos defectos propios de teorizaciones y aplicaciones prácticas de los paganos y asumen y perfeccionan, en cambio, los elementos enderezados a construir una sociedad desde su base, con una brillante organización de los cuerpos intermedios de la sociedad.
Posteriormente, Santo Tomás de Aquino hizo un pequeño resumen teórico en su obra De Regimine Principum.
Pero, ¡atención! esta obra no teoriza sobre ninguna utopía, como hacen los ideólogos, que hablan de “cambiar el mundo” e inventan mundos ficticios en sus obras políticas y, sin embargo, a la postre, siempre y en todo lugar se han demostrado fracasados y traicioneros en la práctica, por no basarse en la realidad sino en especulaciones mentales ficticias.
Santo Tomás de Aquino, en cambio, al escribir esa obra, no hacía más que constatar una realidad, como fruto de la observación; aunque es cierto que esa realidad se llevará a cabo de manera aún más perfecta posteriormente: en las Españas.
En el Régimen de Cristiandad, la sociedad se ordena, pues, a la manera natural; es decir, respetando el principio de subsidiariedad, estructurando el cuerpo social en entidades sociales que gozan de autarquía y autonomía propias, reguladas por los fueros, que refuerzan las verdaderas libertades de los individuos, con independencia de la autoridad política central.
Los diferentes cuerpos sociales se rigen a sí mismos por representantes elegidos libre y directamente por los miembros de cada uno de los gremios e instituciones sociales, y no con representación puramente subjetiva y mandato artificial representativo, como sucede en el liberalismo, sino con representación objetiva y mandato imperativo:
En la Civitas Christiana, que no es ninguna utopía ideológica sino un régimen que verdaderamente existió y fue eficaz, el poder central está limitado por la autoridad de la Tradición, mediante un triple sistema:
1) Ético (por la Ley Natural).
2) jurídico-foral (por principio de subsidiariedad, imposiciones de los cuerpos sociales)
3) jurídico constitucional (que son las limitaciones legales que el pueblo -y no una comisión de políticos- haya querido imponer e imponga al poder central en el ejercicio de la soberanía política).
Éste es el único sistema que ha funcionado.
Un modelo de este tipo es imposible que derive al totalitarismo o al absolutismo, puesto que el poder supremo o soberanía política está limitado y controlado por un sistema de triple control, más potente y decisivo que el de la supuesta división de poderes.
A lo largo de los siglos, desde el Bajo Imperio Romano hasta la Baja Edad Media, esta realidad, que habían reconocido incluso teóricos ya revolucionarios como Kropotkin ―o el propio judío llamado Karl Marx(2)―, se va perfeccionando en todo el continente europeo:
Se respeta el principio de subsidiariedad, el poder económico se halla absolutamente al servicio del poder social y político y, por último, la potestad se encuentra dividida en soberanía social y soberanía política.
Están limitadas una por la otra y ambas, a su vez, limitadas por la autoridad de la Ley Natural, la autoridad de las tradiciones consuetudinarias y la de la Tradición Católica.
Tal ordenamiento político-social tuvo su escenario más logrado en las Españas, que consiguientemente nunca se llamaron a sí mismas “Imperio Español” como erróneamente quieren hacer ver las leyendas románticas y las deformaciones históricas del Sistema; ese conjunto de las Españas fue destruido por invenciones teóricas y tiránicas como el nacionalismo español o los nacionalismos periféricos (fundamentalmente los antihistóricos vasco y catalán), fanáticos defensores del Estado.
Y, actualmente, el Antiguo Régimen de las Españas continúa siendo calumniado con numerosas mentiras y leyendas negras, como si hubiese sido un sistema cuasi-totalitario donde el pueblo vivía esclavizado por el rey, la nobleza y la Iglesia.
En efecto, al llegar el Cristianismo, las libertades civiles comienzan a la sazón a cobrar vida y vigor a través de una participación real, basada en organismos naturales que se articulan en una sociedad conforme a normas consuetudinarias que surgen progresivamente y tomando como punto de partida siempre lo anterior, y siempre sin reñir con los preceptos evangélicos de Jesucristo y de la ley natural.
No había un “Estado” en el sentido moderno del término.(3)
No existía el Estado, esa gran bestia que engatusa a los tontos, a los incautos y a los frívolos con su palabrería, con su “pan y circo” y que, en la práctica, tiraniza a la sociedad negándole su libertad natural para acapararla en manos de una oligarquía plutocrática.
Notas:
(1) KROPOTKIN, P., El apoyo mutuo. Un factor de la evolución, Madrid, 1978.
(2) Pseudónimo de Ysidor Mardochai Levy
(3) Y por tanto, por ejemplo, no se pagaban impuestos