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SAN MIGUEL ARCÁNGEL, DEFENSOR DE LOS MORIBUNDOS Y PSICOPOMPO (Segunda Parte)
por Mendo Crisóstomo
Hacía ya más de dos años que no publicábamos nada.
En medio de esta persecución y combate que esperamos no acabe aquí -pues la Escritura nos enseña que la vida es milicia– hemos encontrado oportunidad física y electrónica de volver a publicar.
Deseamos y pedimos al Arcángel San Miguel que nos dé fuerzas y recursos para seguir publicando, para continuar (también aquí) el buen combate. Deseamos también que el lector se una a nuestras oraciones.
En una entrada anterior desarrollábamos someramente la primera parte de esta cuestión de San Miguel como defensor de los moribundos y guía de las almas en el más allá. Llega ahora la ocasión de publicar la segunda parte y empezaremos con el aporte de ese genio de todos reconocido, napolitano, aragonés y español, que fue San Alfonso María de Ligorio.
San Alfonso María de Ligorio, Doctor de la Iglesia políticamente muy incorrecto (como todos los Doctores de la Iglesia sin excepción), nos refiere, una ilustrativa anécdota sobre un noble polaco que durante muchos años había vivido alejado de Dios y en pecado mortal:
Acercándose la hora de su muerte, hallábase lleno de terror y de remordimientos, torturado por la desesperación. Como este hombre había sido devoto del arcángel San Miguel, Dios en su infinita misericordia permitió que se le apareciera para combatir a los demonios que le estaban tentando. El arcángel le movió al arrepentimiento, diciéndole que había orado por el y que había conseguido para él más tiempo de vida para obtener su salvación.
Minutos después, se presentaron dos sacerdotes dominicos, diciendo que se les había aparecido un extraño joven pidiéndoles que fueran a ver a este hombre moribundo.
Éste se confesó con lágrimas de arrepentimiento y recibió la Santa Comunión. Al poco rato, murió reconciliado con Dios en brazos de los sacerdotes.
Otra es la que nos relata San Vicente María Strambi, quien nos narra cómo, en el momento de la muerte de San Pablo de la Cruz, se lanzó al suelo invocando la ayuda del Señor, pues no quería morir sin la asistencia de sus religiosos. Al instante fue elevado desde el suelo por una mano invisible y, al abrir los ojos, relató haber visto dos hermosísimos ángeles, exclamando regocijadamente a continuación:
«¡Oh, gran Providencia del Señor!»
Y, en los primeros tiempos de la Cristiandad, nos encontramos cómo en la Vida de San Pacomio se describe con todo lujo de detalles cómo los ángeles se presentan para ejercer de psicopompos en la tarea de conducir el alma de San Pacomio hasta el Paraíso.
Autores como Lactancio, San Juan Crisóstomo o San Ambrosio se detienen a describir esta tarea de psicopompo liderada por San Miguel Arcángel, recogida también posteriormente por una obra de carácter histórico (no dirigiremos calificativo alguno contra los listos que cuestionan su historicidad, naturalmente en base a sus prejuicios) como es la Legenda Aurea.
Incluso en el momento del tránsito de María Santísima y posterior Asunción, San Miguel Arcángel acompañó a Nuestro Señor Jesucristo para ir a recogerla y llevársela al Paraíso.
Tal es la importancia del querubín que un día se atrevió a plantar cara a Satanás y vencerle. Y que lo vence en toda ocasión.
Así mismo, los Padres de la Iglesia, comentando un pasaje de la Epístola de San Judas Tadeo en el que hablan de cómo Satanás se presentó ante el cuerpo de Moisés y San Miguel Arcángel se presentó para defenderlo, lo utilizan como ejemplo para hablar cómo los ángeles caídos, condenados a las tinieblas, acuden en la agonía de los difuntos, para intentar desesperarlos llevarse sus aterrorizadas almas al Infierno.
Del mismo modo, Nuestro Señor dice en el Santo Evangelio de San Lucas que los ángeles transportaron el alma del pobre Lázaro. Y, en el momento de la muerte de San José, la Tradición nos transmite cómo se presentó allí San Miguel para guiar su alma y protegerla de los demonios.
San Agustín, Padre y Doctor de la Iglesia, explica que la pérdida o daño de un alma es una especie de derrota para San Miguel Arcángel por parte del Maligno.
Mucho tiempo después, en el siglo XIII, San Pantaleón señalaba que la función de psicopompo (conductor o guía de las almas) y protector de los moribundos atribuida a San Miguel era algo reconocido por todos los cristianos.
Ya en el Antiguo Testamento, el propio San Miguel Arcángel le dice al profeta Daniel (Dan. 12, 1) que el día del Juicio Final, se presentará allí para guiar a unos hacia la luz eterna y para arrojar a otros al horror eterno.
Es ilustrativo que incluso el rey Clodoveo (rey de un pueblo a medio cristianizar como el de los francos, a diferencia del pueblo hispanovisigodo), desde su bautismo, recitaba cada día esta oración:
«Oh, San Miguel, que sois la más poderosa ayuda de los cristianos en la hora de la muerte, deposito en vos mi confianza; otorgadme una muerte preciosa ante Dios.»
Y, si venimos a épocas posteriores, más modernas y escolásticas que la de Clodoveo, nos encontramos que Santo Tomás de Aquino, San Roberto Belarmino, o Suárez (Doctor Eximius), entre otros importantes autores, han declarado que San Miguel es el ángel de la buena muerte, de tal modo que cualquiera que se recomendare sinceramente a él no morirá en pecado mortal, sino que será salvado por su potente protección en el momento de la agonía.
Por ello, en España y otros muchos lugares de la Cristiandad, aparte de las cofradías de San Pedro (que tiene las llaves del Reino de los Cielos) y las de las Ánimas del Purgatorio, se crearon también las de los Santos Ángeles y las del Arcángel San Miguel. Durante siglos, estas cofradías de San Miguel Arcángel como patrono de la Buena Muerte han recibido numerosas indulgencias de parte de los Romanos Pontífices.
Todo esto se plasma en la liturgia y, así, en la Liturgia Romana, en el Ofertorio del Propio de la Misa de Difuntos, se ruega la intercesión de San Miguel Arcángel del siguiente modo:
«Sed signifer sanctus Michaël repraesentet eas in lucem sanctam quam olim Abrahae promisisti e semini eius»
(Mas, que el Abanderado San Miguel las guíe [las almas] hacia la luz santa que en otro tiempo prometiste a Abraham y a su descendencia)
En tiempos como los que vivimos, es muy útil y provechosa (más que nunca) la devoción por San Miguel Arcángel. San Francisco de Sales nos enseña:
«La veneración a San Miguel es el mas grande remedio en contra de la rebeldía y la desobediencia a los mandamientos de Dios, en contra del ateísmo, escepticismo y de la infidelidad.»
Todos los Santos de la historia de la Iglesia se han santificado con la Misa Tradicional (hoy llamada por los oficialistas “forma extraordinaria”), establecida por Jesucristo, y no con la nueva “misa” (hoy llamada por los oficialistas “forma ordinaria”) inventada por el obispo masón Bugnini y por cinco ministros protestantes y un rabino.
Por eso, según los grandes santos y doctores de la Iglesia, son numerosísimas las utilidades y beneficios que, gana aquel que asiste a la Misa de siempre, la Misa Tradicional, y las que gana aquel sacerdote que la celebra.
Menos mal que el Papa Benedicto XVI ha indicado que jamás estuvo prohibida la Misa Tradicional; eso hará que algunos que se alejaron de la Iglesia vean que las “misas” a las que les llevaban de pequeños no son las misas a las que iban sus abuelos.
Estas utilidades, por supuesto, no las gana quien asiste a esa “misa” inventada tras el Concilio Vaticano II, ya que tal “misa” (hoy extendida por doquier y en lengua vulgar), no es a la que ellos asistían, sino que es una “misa” inventada por humanos y no la establecida por Dios, que es la de Jesucristo.
Mendo Crisóstomo
TESORO DE LAS GRANDES UTILIDADES
QUE SE GANA EN CELEBRAR Y OÍR MISA TRADICIONAL
Extraído de Misa Tridentina
1 – San Bernardo, hablando de las utilidades de la Misa, dice: Que más merece el que devotamente oye una Misa (en gracia de Dios), que si peregrinara la dilatada espaciosidad de todo el mundo, y que si diera a los pobres su hacienda: pero mucho más el que celebra.
2 – El mismo Santo dice: Que el que devotamente y en gracia oyere Misa merece tanto como si fuera peregrinando. y visitara todos los Lugares Santos de Jerusalén, y caminara la demás Tierra Santa.
3 – San Buenaventura, con otros muchos Padres, dice: Que la santa Misa es el compendio de las maravillas que Dios ha hecho con los hombres.
4 – San Agustín dice: Que si alguno oyere devotamente la Misa, alcanzará grandes auxilios para no caer en pecado mortal, y se le perdonarán sus defectos y pecados veniales e imperfecciones.
5 – En otro lugar dice: Que todos aquellos pasos que uno da para oír Misa, son escritos y contados por su Ángel y por cada uno le dará el Altísimo Dios un grandísimo premio en esta vida mortal y perecedera.
6 – Refiere el mismo Santo: Que el oír devotamente Misa y ver el Santísimo Sacramento, ahuyenta al demonio del pecador.
7 – . Mas adelante refiere: Que al que oyere Misa entera no le faltará el sustento necesario y alimento para su cuerpo.
8 – El propio Santo dice: En aquel día que alguno viere en la Misa el Cuerpo y Sangre de Jesucristo, se le conservará la luz de la vida.
9 – En otro lugar continúa diciendo: Que mientras uno oye Misa no pierde el tiempo, sino que gana mucho, por muy dilatado que el sacerdote se esté en el sacrificio de la Misa.
10 – Mi gran Padre San Agustín, hablando con los que fueran muy devotos de las benditas almas del purgatorio, dice estas breves palabras: Quien por los difuntos oye Misa y ora, por sí propio trabaja: así el que ofrece por las almas lo que reza, por sí propio trabaja.
11 – San Anselmo dijo: Que más vale una Misa oída en vida, que mil dichas por la misma persona después de su muerte.
12 – El mismo Santo dice: Que una Misa sobrepuja y accede la virtud de todas las oraciones en cuanto a la remisión de la culpa y pena.
13 – En otro lugar dice: Que oír devotamente una Misa en vida o dar alguna limosna para que se celebre, aprovecha más que dejar para celebrarlas después de su muerte.
14 – San Gregorio dijo: Que el que devotamente oyere Misa, en aquel día se librará de muy grandes peligros y muchos males.
15 – En otro lugar dice: Porque ningún sacrificio hay en todo el mundo por el cual las almas de los difuntos con mayor presteza salgan y se libren de las penas del purgatorio, que por la sacratísima oblación y santo sacrificio de la Misa, como sienten los teólogos.
16 – El mismo santo dice: Que la pena de los vivos y de los difuntos se suspende mientras se celebra la Misa y principalmente en las almas de aquellos por quienes con especialidad el sacerdote ruega, ora y dice la Misa.
17 – Continúa el mismo Santo diciendo: Que por las Misas oídas y dichas con devoción, los pecadores se convierten a Dios, las almas se libran de las penas que por sus pecados merecían en el purgatorio. y los justos se conservan en el camino rectísimo de la justificación.
18 – Por último, dice el mismo San Gregorio: Que por las Misas que en la Iglesia se celebran, se convierten los infieles a la fe de Cristo, las almas de las penas del purgatorio vuelan al cielo y los Justos se afirman en la gracia de Dios.
19 – San Jerónimo dice: Que las almas que están en la penas del purgatorio, por las cuales el sacerdote ora y ruega en la Misa, no padecen ningún tormento mientras que el santo sacrificio de la Misa se celebra y dice por ellas.
20 – El mismo Santo dijo: Que por cualquier Misa con devoción celebrada y oída salen muchísimas almas de las penas del purgatorio, y a las otras que quedan en él se les disminuyen las muchas penas que allí padecen.
21 – San Alberto el Magno dice: Que el santo sacrificio de la Misa está tan lleno de misterios como el mar está lleno de gotas, como el sol de átomos, el firmamento de estrellas y como el cielo empíreo de muchísimos Ángeles.
22 – En otro lugar (Serm. 145) dice: Que el que en la Misa contemplare la Pasión y muerte de Jesús, merecerá más que si anduviese peregrinando a pie descalzo a los Lugares Santos de Jerusalén, y ayunara a pan y agua un año, y se azotara hasta derramar sangre de sus venas. y rezara trescientas veces el Salterio.
23 – San Cipriano dice: Que el santo sacrificio de la Misa es medicina para sanar las enfermedades, y holocausto para purgar las culpas.
24 – San Juan Crisóstomo dice: Que la celebración de la Misa en cierta manera, vale tanto cuanto vale la muerte de Cristo en la cruz.
25 – Inocencio Papa dice: Que por la virtud del sacramento de la Misa todas las virtudes se aumentan y se acrecienta la gracia.
26 – Juan Bautista Mantuano dijo: Aunque Dios me diera cien lenguas, y con ellas una voz de acero que nunca se me gastara, no sería posible declarar y manifestar las utilidades, gracias, privilegios y grandes provechos que se ganan con asistir y oír Misa en gracia.
27 – San Bernardino de Sena dice: Que la Misa es el mayor bien que se puede ofrecer por las almas para librarlas y sacarlas del purgatorio y llevarlas a gozar de su santísima gloria.
28 – San Lorenzo Justiniano dice: Más agrada al Altísimo Dios el sacrificio de la Misa, que los méritos de todos los Ángeles.
29 – El Venerable Beda dice: Que si una mujer encinta oyere Misa, podrá esperar grandes auxilios en los dolores de su parto.
30 – Eugenio Papa dice: Que más aprovecha para la remisión de la culpa y pena oír una Misa, que todas las oraciones de todo el mundo.
31 – El Concilio de Trento: Que por el santo sacrificio de la Misa se aplaca a Dios, y concede la gracia y don de la penitencia.
32 – El santo sacrificio de la Misa, dice San Francisco de Sales, es el corazón de la devoción, el alma de la piedad y el centro de la Religión.
33 – Concluyendo, dice el Doctor Angélico Santo Tomás de Aquino: Que los efectos que causa el santo sacrificio de la Misa y el oírla, son los siguientes:
Resiste a los malos pensamientos.
Destruye los pecados.
Mitiga el aguijón de la carne.
Da fuerzas al alma para batallar contra los enemigos.
Perdona los pecados veniales.
Purifica, limpia y purga el corazón.
Alienta a obrar bien.
Aumenta la castidad.
Acrecienta el fervor de la caridad.
Da fuerzas para sufrir las cosas adversas y llena el alma de todas las virtudes.
Y, en fin, por decirlo de una vez, cuantos frutos, gracias, privilegios y dones recibimos de la mano del Altísimo Dios, todos son por la sagrada muerte y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, la cual se representa en el Sacrificio de la Misa.
Ya estamos acostumbrados a escuchar mil mentiras, calumnias y difamaciones contra la Santa Inquisición. Hay que ir poniendo las cosas en su sitio.
Además, para que no digan que no escuchamos a nuestros enemigos declarados, a continuación insertaremos íntegra la reseña publicada en un periódico español radicalmente anticlerical, El País, que recogió hace unos años una reseña de un reportaje de la BBC, televisión pública nada sospechosa de católica (sino todo lo contrario) y encima inglesa.
Como dice el refrán: «A confesión de parte, relevo de pruebas»
Mendo Crisóstomo
LA FALSA HISTORIA DE LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
Un programa de la BBC refuta el mito del Santo Oficio como paradigma del terror
LOLA GALÁN. Londres.
Las siniestras salas de tortura dotadas de ruedas dentadas, artilugios quebrantahuesos, grilletes y demás mecanismos aterradores sólo existieron en la imaginación de sus detractores.
Sin embargo, todavía hoy su nombre se invoca como sinónimo de represión, oscurantismo y crueldad. ¿Qué mecanismos del destino convirtieron a la Inquisición española en el más duradero ejemplo de terror?
La respuesta, de acuerdo con los exhaustivos datos recabados por una nueva generación de historiadores internacionales es sencilla:el Santo Oficio se enfrentó a una gigantesca maquinaria propagandística. Los efectos de la tergiversación, promovidos por el mundo protestante gracias a la imprenta, han sido tan duraderos que todavía hoy el término inquisición o inquisidor se identifican con horror, tortura y asesinato en todos los idiomas.
Resulta paradójico que haya sido la BBC -la televisión pública británica- la encargada de reconstruir la imagen de una institución tan española. El domingo, un programa nocturno de máxima audiencia -Time Watch- mostró el verdadero rostro de un tribunal creado por los Reyes Católicos para luchar contra la herejía. Expertos de la talla de Henry Kamen, Stephen Haliczer o los profesores españoles José Álvarez-Junco y Jaime Contreras reconstruyen en el reportaje El mito de la Inquisición española el verdadero paisaje de una institución, aunque no defendible a los ojos del siglo XX, sí intencionadamente desvirtuada.
Una institución controlada por abogados reacios a aplicar la tortura y mucho menos inquisidores que sus homólogos de Francia, Alemania o Inglaterra, donde sin necesidad de un tribunal específico se asesinó tres veces más herejes, brujas o personajes más o menos excéntricos. Para el profesor de la Universidad de Illinois, Stephen Haliczer, los propios archivos de la Inquisición son elocuentes: En cerca de 7.000 casos, apenas se aplica algo parecido a la tortura en un 2%.
En 350 años de historia represiva, y mientras la leyenda habla de millones de asesinatos, la cifra real de víctimas se sitúa entre 5.000 y 7.000 personas.
A lo largo de cincuenta minutos, el programa de la BBC, coproducido por el historiador e hispanista Nigel Townson, lleva su afán de reconstrucción de la verdad histórica hasta la figura de Felipe II, auténtica bestia negra de la imaginería internacional.
La política de Felipe II es perfectamente discutible.
A mí no me resulta particularmente simpático -explica en el programa el profesor Álvarez-Junco-, pero su hijo Carlos era simplemente un
adolescente de mala salud que murió en un accidente.
Convertirle en el paladín de la libertad como ha hecho la historia, en el joven libertador de los Países Bajos, que cae asesinado por su padre, como cuenta la ópera de Giuseppe Verdi, Don Carlos, resulta uno de los casos de injusticia histórica más sangrantes.
Aunque César Vidal es un blasfemo, hereje, judaizante y capitalista, radicalmente enemigo de las Españas y de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, ello no impide que en ocasiones tenga momentos de lucidez.
Uno de esos momentos es un texto en que el subalterno indica algunos motivos de por qué aquellas hazañas tan gloriosas y de las que tan orgullosos estamos, llamadas “Las Cruzadas”, NO fueron expediciones destinadas a saquear a nadie.
“Cree el ladrón que todos son de su condición”. Eso es lo que pasa con los rojos y con los derechistas, que son gentes que, por ejemplo, en política, sólo actúan movidos a satisfacer caprichos y ambiciones personales y no por servir a la Verdad y a la Justicia.
Para que nadie ose decir que los tradicionalistas no reconocemos lo bueno del enemigo, he aquí el texto de nuestro enemigo liberal y protestante César Vidal, acerca de las Cruzadas.
¡Vivan las Cruzadas! ¡Viva Cristo Rey!
Mendo Crisóstomo
¿Fueron las Cruzadas
fruto de un simple interés material?
Durante décadas distintos historiadores, especialmente de orientación marxista, han insistido en presentar las Cruzadas como un fruto de factores materiales exclusivamente.
Sólo la codicia y el deseo de obtener tierras habrían movido a los cruzados a abandonar Europa occidental para dirigirse a Tierra Santa pero, a pesar de lo arraigado de esta idea, ¿fueron las Cruzadas fruto de un simple interés material? La historiografía marxista y aquella que sin serlo está muy influida en sus planteamientos por ésta ha insistido durante décadas en el carácter meramente material de las Cruzadas. De acuerdo, por ejemplo, a la Historia de las Cruzadas, de Mijaíl Zaborov, los cruzados sólo se desplazaron a Oriente Próximo movidos por el deseo de obtener beneficios económicos que, fundamentalmente, se tradujeran en la posesión de tierras y en el aumento de bienestar material. En otras palabras, la cruzada no pasaba de ser una emigración violenta movida por causas meramente crematísticas. El elemento espiritual simplemente proporcionaba la cobertura, bastante ridícula por otra parte, para semejante aventura de saqueo y pillaje.
El punto de vista de Zaborov tan repetido posteriormente resultaba especialmente sugestivo en la medida en que permitía desacreditar una empresa de carácter confesamente espiritual y, a la vez, dar un ejemplo de cómo ese tipo de fenómenos podía explicarse recurriendo únicamente a argumentos economicistas. Sin embargo, como tantas explicaciones de este tipo, a pesar de lo socorrido e instrumental de su formulación, no resiste un análisis mínimamente sólido de la documentación con que contamos.
En primer lugar, lo que se desprende de las fuentes de la época es que marchar a la cruzada no implicaba un aliciente económico sino más bien un enorme sacrificio monetario que sólo se podía emprender convencido de que la recompensa sería más sólida que un pedazo de terreno o una bolsa de monedas. Al respecto los documentos no pueden ser más claros. Un caballero alemán que era convocado a servir al emperador en aquellos años en lugar tan cercano como Alemania gastaba tan sólo en el viaje y atuendo el equivalente a dos años de sus ingresos. Para un francés viajar a Tierra Santa implicaba unos gastos que llegaban a quintuplicar sus rentas anuales. Por lo tanto, como primera medida, necesitaban endeudarse fuertemente para acudir a la cruzada. En no pocos casos incluso perdieron todo lo que tenían para sumarse a la empresa.
No deja de ser curioso que Enrique IV de Alemania en una carta se refiriera a Godofredo de Bouillon y Balduino de Bolonia, ambos caudillos de la primera cruzada, como personas que «atrapadas por la esperanza de una herencia eterna y por el amor, se prepararon para ir a luchar por Dios a Jerusalén y vendieron y dejaron todas sus posesiones». Su caso, desde luego, no fue excepcional. De hecho, el Papa y los obispos reunidos en el concilio de Clermont redactaron una legislación que imponía la pena de excomunión a aquellos que se aprovecharan de estas circunstancias para despojar a los caballeros cruzados de sus propiedades valiéndose de intereses usurarios o de hipotecas elevadas. El listado de caballeros que se endeudaron extraordinariamente para ir, por ejemplo, a la primera cruzada es enorme y demuestra que ésa era la tendencia general.
Tampoco faltaron los apoyos eclesiales en términos económicos. Por ejemplo, el obispo de Lieja obtuvo fondos para ayudar al arruinado Godofredo de Bouillon despojando los relicarios de su catedral y arrancando las joyas de las iglesias de su diócesis. Quizá se podría interpretar todo esto como una inversión arriesgada ¡y tanto! que se compensaría con las tierras que los cruzados conquistaran en Oriente. Sin embargo, ese análisis tampoco resiste la confrontación con los documentos. Es cierto que durante la primera cruzada un número notablemente exiguo de caballeros optó por permanecer en las tierras arrebatadas a los musulmanes. No obstante, salvo estas excepciones, la aplastante mayoría de los cruzados regresaron a Europa. Tras producirse, en el curso de la primera cruzada, la toma de Jerusalén y la victoria sobre un ejército egipcio (el 12 de agosto de 1099) la práctica totalidad retornó a sus hogares sin bienes y con deudas pero, al parecer, con un profundo sentimiento de orgullo por la hazaña que habían llevado a cabo. De hecho, para defender los Santos Lugares resultó necesario articular la existencia de órdenes militares como los caballeros hospitalarios, primero, y los templarios después. No fue mejor la situación económica en las siguientes cruzadas.
Nuevamente el factor espiritual resultó decisivo y, precisamente, para costear los enormes gastos de una empresa que recaía sobre los peregrinos así se consideraban sus participantes ya que el término cruzados es posterior los monarcas recurrieron a impuestos especiales o a préstamos concedidos a la corona. Vez tras vez, la posibilidad de quedarse en Tierra Santa si es que alguien la contemplaba se reveló imposible pero eso no desanimó a los siguientes participantes a lo largo de nada menos que dos siglos.
Ciertamente, no podemos tener una imagen excesivamente idealizada de las Cruzadas y tampoco podemos negar que su modelo de espiritualidad en muchas ocasiones causa más escalofrío a nuestra sensibilidad contemporánea que entusiasmo. A pesar de todo, existe un dato que no puede negarse siquiera porque aparece corroborado en millares de documentos.
Prescindiendo de la mayor o menor categoría humana y espiritual de los participantes, su impulso era fundamentalmente espiritual. Movidos por el deseo de garantizar el libre acceso de los peregrinos a los Santos Lugares y de ganar el cielo, abandonaron todo lo que tenían y se lanzaron a una aventura en la que no pocos no sólo se arruinaron sino que incluso encontraron la muerte, un ejemplo, dicho sea de paso, que no disuadió a otros de seguirlo a lo largo de dos siglos.
No se trató, por lo tanto, de un movimiento material disfrazado de espiritualidad sino de un colosal impulso de raíces espirituales que no tuvo inconveniente, pese a sus enormes defectos, en afrontar considerables riesgos y pérdidas materiales.